Volver a lo viejo, es un atajo para, volver a la Tradición.
Hoy presentamos algo muy viejo, tan viejo, que será el primer ejemplo de teatro castellano, escrito en lengua romance: El auto de los Reyes Magos.
Este auto no se conserva por entero, sino tan solo un fragmento, lo tomamos de la Bibliotheca Augustana, que conserva los escritos en su lenguaje original. El auto se encontró copiado en las páginas de un viejo códice procedente de la Catedral de Toledo 1, que usa una caligrafía de principios del siglo XIII. Todo parece indicar, que se escribió en la segunda mitad del siglo XII.
La importancia para nosotros consiste en establecer, que nuestra Fe es igual ahora, como lo era en el siglo XII. Para los científicos, en cambio, es importante para proceder al estudio de la lengua medieval, algo que no nos interesa, pero que reflejamos como autenticidad de lo que decimos.
La Tradición, siempre tiene un poder único de síntesis, cosa que no se encuentra en la historia, de por sí analítica. Por esto hallaremos en el relato de Eugenio Florit, la epifanía de Lucas, que son los pastores judíos alertados por un ángel, y parten para adorar al Mesías enviado; como asimismo hallaremos la epifanía según San Mateo, centrada en los magos. Estos dirigentes religiosos, observadores de las estrellas, percibieron un cambio en el cielo estelar, lo que indica un cambio en la vida de los hombres. Cielo, tierra y todos los elementos que la componen, son los hermanos del hombre, tal como lo cantó San Francisco de Asís. Esto indica que un cambio estelar, abre una nueva era de relaciones entre Dios y el hombre. Cuando el libro de los cielos se enrolla, es porque algo viejo se termina en la Humanidad.
Este fenómeno de enrollar el libro viejo, tiene su epicentro en Jerusalén, donde los magos proclaman el cielo nuevo. Esto producirá las reacciones de los poderosos del viejo mundo:
Los rabinos, opuestos a los magos por un lado y a los pastores por otro, reflejan en el auto la visión popular que los cristianos tenían de ellos, los había sinceros y los había falsos, a estos luego de unos siglos, se los llamará marranos. Pero tanto unos como otros, no van a Belén, solamente los pastores. En síntesis, el judaísmo intelectual no aceptará el nuevo orden del Mesías.
Por su parte, el rey de ese viejo mundo, Herodes, finge aceptar el orden nuevo, pero solo lo hace como un anticristo, para destruirlo. Algo que vemos reflejado todos los días.
La Tradición fijó el número tres para los magos, uno para cada don y uno para cada raza; y completó el concepto tomándolo de Isaías (60,3-4), de este modo los sintetizó llamándolos Reyes Magos.
No figura el nombre de los Magos en el relato de Mateo, sus nombres aparecen por vez primera en una cronología del siglo V, llena de faltas de escritura, que se la llama Excerpta Latina Bárbari, el original posiblemente haya sido escrito en Griego y pésimamente traducido al latín. Durante ese mismo siglo, los nombres aparecen en el apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia. Conviene destacar que la tradición siria les dio nombres distintos.
Sus nombres guardan un significado: Gaspar nombre de origen persa, significa el que administra los bienes, en este caso, los bienes de Dios. Baltasar de origen asirio-caldeo, significa el protegido de Dios. Melchor significa en hebreo rey de la luz.
Por su parte los regalos son los símbolos del Ungido, como hombre, Dios y Rey universal. Esto hace que el relato de Mateo cobre sentido simbólico, donde importa el mensaje, antes que el argumento del relato, el cual pasa a un segundo plano. El anónimo autor de este auto, interpretó muy bien este simbolismo mesiánico, y para vergüenza de los doctos de esta torpe modernidad, digamos que el autor procede de la pésimamente llamada, oscurantista edad media.
Epifanía es el tiempo donde Cristo se manifiesta a las naciones, mientras los judíos hacen caso omiso, y su rey idumeo, busca destruirlo; indicando este evangelio, que no existe epifanía sin anticristo, sin negación y sin sangre. Toda epifanía se hace con el martirio de inocentes, es decir, con el sacrificio de Abel.
Aquí hemos colocado en las páginas impares la adaptación de Eugenio Florit y en las páginas pares, la transcripción del manuscrito, finalizando con las fotografías del códice.
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