La
doctrina católica tiene “olor a naftalina”, insinuó el genio
pragmático de Bergoglio, por lo tanto se impone tirar de vez en
cuando una piedra al avispero dogmático, para generar un movimiento
dialéctico.
El mensaje de la iglesia que evoluciona, pintado desde esta modernidad, debe
verse oscuro y confuso como esta pintura de la época futurista
de Carrà en 1913.
¿Tirar
piedras a la doctrina genera confusión? Excelente. Es que el avispero debe
estar en constante agitación, caso contrario ni evoluciona, ni es
avispero para el caminante de este siglo.
¿Bergoglio
no fue elevado a la silla ocupada de Pedro, por ese conjunto de
cardenales ingenuos? ¿Y para qué lo elevaron? ¿No fue para poner
la Iglesia en movimiento? Entonces no lloren. Aquí está el
movimiento que querían, el movimiento dialéctico. ¿Qué otro
movimiento esperaban de un hereje? Bergoglio siempre cumple.
Dado
los acontecimientos, los revolucionarios vaticanos desnudaron otra
táctica. Bergoglio como un “eterno Padre” vive en
las sombras del papado jesuítico y elabora la nueva doctrina
futurista, y esta no tiene olor a naftalina. ¿Pero quien la predica?
¿El durmiente avispero de la Iglesia? Se debe buscar un elemento
personal que lance de vez en cuando la piedra contra esta quietud
estática, sin dinamismo, anclada en el muelle de la historia y atrasada como
“doscientos años”. El periodista Scalfari, se ha presentado como
el “hijo” predilecto del “padre” Bergoglio, y cada tanto
lanza un cascote.
¿Cómo
es este proyectil? Vayamos a su constitución física:
No
serán castigadas ... (las almas) que no se arrepienten y por esto no
pueden ser perdonadas, desaparecen. No existe un infierno, existe la
desaparición de las almas pecadoras.
Arrojada
la piedra, todo el estático avispero entra en un gigantesco revuelo.
¿Quién tiró la piedra, Bergoglio o el barbudo Scalfari? Mientras
el vocero vaticano, como siempre afirma no saber nada, los sesudos
revolucionarios no dan importancia al cascotazo (después de todo,
¡es tan necesario!), ¿y quien no tiró una piedra alguna vez?
Cuando todo se calme un poco, se coloca la piedra en el museo
estático y viejo de los documentos oficiales, para que duerma el
sueño eterno, no sin antes agregar un poco de naftalina entre los papeles.
Lo
importante para el dialéctico Bergoglio es la unidad, la cual supera
el conflicto del cascote arrojado a la doctrina. Por ello nada más
dañino a su dialéctica que se quiebre esta falsa unidad, nada lo
irrita más que le contesten y le reprochen. El pobre hombre vive
sentado sobre un brasero, si bien simula astutamente no enterarse de
nada. Lo hace por "motivos higiénicos" de su “yo” oculto.
¡Ay
cardenales!, si aún les queda un poco de dignidad, depongan de una
buena vez a este hereje. ¿O acaso, son tan inoperantes, que ni para
esto sirven?
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