Tal
como lo hallamos escrito en el peculiar credo bergogliano, Dios trae
sorpresas, y podemos decir que Bergoglio lo imita, pues de vez en
cuando nos regala una.
Esta
es la sorpresa del momento, donde ha hecho llamar al Cardenal Burke
para que retorne al Vaticano como miembro de la Signatura Apostólica.
Noticia originada en Associated Press, donde The Remnant efectúa su comentario.
Recordemos
someramente su historial. En 2014 Bergoglio echa a Burke del
Vaticano, por su oposición a las novedades que los bergoglianos
aportaban sobre el sacramento del matrimonio.
Bergoglio
que nunca percibe las consecuencias de sus acciones, pensó que Burke
moría ocupado con los asuntos de la Orden de Malta.
Este
episodio originó el fenómeno Burke, quien fue llamado de todas
partes para dar conferencias, como relatamos en nuestras entradas
anteriores.
Su
expulsión vaticana, generó un franco oponente al papado de
Bergoglio, no porque Burke se lo propusiera, sino porque los
católicos vieron en él una persona sincera y de recta doctrina,
algo que no perciben en el che papa; y así se constituyó en un guía
de esta Iglesia desorientada.
Bergoglio
no está acostumbrado a tener un oponente delante suyo, que sea
superior a él. Burke lo es. Por tal motivo tomó dos desastrosas
decisiones:
La
primera fue intervenir la Orden de Malta, sin ningún respeto a los
historiales y a los códigos establecidos, donde se apoderó de sus
fondos.
La
segunda, como esto no hizo mella en el cardenal, lo envió a la isla
de Guam para sacarlo del centro de la escena.
En
quince días, Burke estaba de regreso en Europa, luego de haberse
ocupado del caso encomendado, y prosiguió alentando a los católicos,
cosa que tratamos en este artículo.
Bergoglio
está acostumbrado a aplastar a sus oponentes, algo que con ironía
muchos tildaron con el verbo misericordiar, pero con Burke no
puede tal misericordia, tal la prudencia con la cual se ha
movido el cardenal.
Las
opciones con las cuales se enfrentó ahora Bergoglio con el caso Burke
nuevamente fueron dos:
Primera,
lo deja donde está, mientras él ignora que hará Burke mañana, y
es indudable que le teme, pues siempre bajo esa máscara de hierro de
absolutismo total, se oculta un Bergoglio de muy frágil seguridad.
Segundo
lo vuelve a incorporar al Vaticano para tenerlo ocupado y vigilar su
conducta.
De las
dos opciones, Bergoglio se vio obligado a elegir el mal menor, es
decir, incorporarlo nuevamente en el Vaticano, acontecimiento que The
Remnant llamó Throws a Curveball.
Supongo
que debe haber meditado en lo que esta medida le puede significar,
como ser un nuevo descrédito a su persona, la cual no acierta con lo
que se debe hacer. Y así su figura ya deshilachada, sigue
erosionándose día a día; figura donde solo encuentra consuelo en el lumpen que
lo adula, y en las masas que no lo conocen.
Es
llamativa su falta de política, en un papado que quiere ser
político, donde se percibe una impericia llamativa en el manejo
concreto de los personajes y de las circunstancias.
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