Afirmamos
en diciembre del año pasado, que la Iglesia se parecía a una barca
sin capitán. Hoy la confusión dentro de ella es generalizada. Hasta
Sandro Magister se percató del doble lenguaje bergogliano, y como la
lógica lo señala, el artífice de esta tiniebla, es el “clérigo”
Bergoglio, con los “clérigos” secuaces de la Revolución
Vaticana, la cual intenta tomar todos los frentes posibles,
aprovechando la confusión momentánea, donde muchos están
perplejos, perplejidad que lleva a la inacción.
Analicemos
ahora este proceso revolucionario que como un huracán recorre toda
la Iglesia:
1.
La doctrina filoluterana.
Thomas Schirrmacher, el principal teólogo
de la Alianza Evangélica Mundial, afirma que Bergoglio es el
auténtico sucesor de Martín Lutero. No cuesta trabajo darse cuenta
de esta afirmación. Ya no es una perspectiva pastoral, sino una
reivindicación al heresiarca Lutero, al cual se aproxima esta
Revolución Vaticana, como una luna roja que recibe los fríos rayos
de los iconoclastas protestantes.
2. La alineación entre los clérigos.
Así se plantea la nueva doctrina, donde
Lutero no fue un monje rebelde, sino un pobre incomprendido. Una
buena persona que no quería dividir la Iglesia y acto seguido se
pasan por alto todos sus errores heréticos. Esta es la tesis de la
clerecía revolucionaria, clerecía a la que el mismo
Bergoglio tildó de mundana, y a la que él pertenece. Ahora solo
queda alistarse en los bandos que automáticamente se forman tras
esta afirmación.
Los jesuitas, con Arturo Sosa Abascal,
alias “Bigotito”, ya se pasaron a la
Revolución, donde Civiltà Cattolica, dirigida por Spadaro,
jesuita de vangurdia, a quien una prestigiosa página web, tildó de
“imbécil”, busca “canonizar” al monje rebelde:
por supuesto como ya dijimos, fue un buen muchacho, y los malvados
eran los papas que no lo entendieron. Con esto muchos clérigos
ingresan en esta revolución y pasan a disculparse por esta
despiadada guerra contra los iconoclastas protestantes.
Según Schirrmacher, una cuarta parte del
episcopado ya estrechó filas con los revolucionarios.
Pero no todos son jesuitas. El
episcopado polaco, nuevamente tomó distancias de la Revolución
Vaticana con un documento adverso a los Amores de Leticia.
Esto acarreó en el anciano “clérigo” Bergoglio, una
fuerte rabieta, de esas que le vienen cuando las cosas no salen como
imagina, dando libre curso a la espada oxidada de su lengua con
fuertes amenazas, tal como se acostumbra en los infiernos con los
ángeles díscolos.
3.
La Liturgia.
La
Liturgia es la oración de la Iglesia. Si la teología ha cambiado
radicalmente, la oración cambia también y lo hace en forma radical,
pues una acompaña a la otra.
Esto
hace que Mario Delpini, nuevo arzobispo de Milán, ya incorporado a
la Revolución, pida más Lecturas en la Misa reduciendo todo el
resto, como si el resto ya no estuviese disminuido en el tiempo de
celebración.
Son
los nuevos vientos revolucionarios.
Lo más
relevante en este campo fue la corrección del gran “clérigo”
Bergoglio al Cardenal Robert Sarah, desautorizándolo totalmente.
4.
Control revolucionario.
Los
jesuitas son “bichos” especiales, y se manejan con un
doble sistema de información, tal como lo hace Bergoglio. Por un
lado están los canales oficiales, y por otro lado poseen un sistema
de espionaje, donde un miembro oculto de cada comunidad informa al
superior de todo lo que sucede. En Argentina, dentro del lunfardo
moderno, a tal individuo se lo denomina “buchón”. De este
modo Bergoglio montó un sistema de “buchones” en el
episcopado argentino, donde vemos que algún obispo sin rango alguno,
viaja periódicamente al Vaticano, y se reúne con Bergoglio por una
hora o dos. Este “buchonea” todo lo que sucede en el
episcopado, por consiguiente los obispos cuidan sus modales, pues o
los conocen o los sospechan. Del mismo modo se opera en el Vaticano.
Los “buchones” revolucionarios, fueron con sus buchoneadas
contra el Cardenal Sarah.
Bergoglio,
cuando conoció al Cardenal Sarah, observó que este era de las
periferias, e imaginó que en todas sus ocurrencias le diría:
– Sí
bwana, como usted diga bwana...
Pero
no fue así. Hasta el Grillo vaticano que dice ser teólogo y que
quería desterrar a Benedicto XVI, grilla enloquecido.
5.
Coaccionar hacia el filoprotestantismo.
Ahora
todos los revolucionarios van por una reforma que compagine y muestre
en la liturgia, la feroz mutación producida en la doctrina.
Esto
es necesario para la Revolución, puesto que sin ella, los cambios
doctrinarios quedarían dentro del grupúsculo revolucionario, que
siempre a criterio del iconoclasta protestante Schirrmacher, es tan
solo de una cuarta parte del episcopado. Con la nueva liturgia, los
cambios doctrinales se harían efectivos para la totalidad de la
Iglesia. Se aplica aquí el mismo método empleado en la Primavera
del 60: obligar a todos con cambios litúrgicos, para que estos
impliquen, coaccionen y definan el asentimiento general de todos los
fieles hacia el Vaticano II.
6.
Fin del celibato y ordenación de diaconisas.
Con
los futuros cambios litúrgcos, los sacerdotes deberán obedecer sin
discutir la apertura hacia el monje rebelde Lutero, con todo lo que
ello implica hoy en día: Curas casados y diaconisas, las cuales,
cuesta poco observar, que van en camino secreto hacia el sacerdocio.
Lo dijo el jubilado obispo modernista Erwin Kräutler, secretario de
la Conferencia Episcopal Brasileña. Más aún, su documento para
hacerlo efectivo ya está durmiendo sobre el escritorio de Bergoglio.
¿IGLESIA
OBSOLETA? – Estos son los
seis vientos revolucionarios, que harán adelantar a la iglesia sobre
su obsoleto atraso de 200 años. Como no podía ser de otro modo,
hasta algunos orientales cayeron en la trampa de esta modernidad,
como el Patriarcado de Alejandría, quien decidió ordenar diaconisas.
LA
LITURGIA COMO TRIBUNAL DE OPCIÓN. – Nuevamente, como en la
década del 60, se deberá optar. La diferencia radica que en los
finales de la Primavera de Bugnini todavía la liturgia transmitía
la Gracia, y los errores doctrinarios eran muy sutiles, optándose en
la mayoría de los casos, en no afirmar las verdades de neto cuño
católico, como son el sacrificio de la misa, que pasó a ser una
comida, y sobretodo el silencio sobre la virginidad perpetua de María
Santísima.
La
diferencia entre hoy y la Primavera del 60, radica que los tiempos
han cambiado, cosa que el anciano “clérigo” Bergoglio no
se percata, y cree que todavía está en los feroces años 70,
reviviendo sus objetivos. Si la suave reforma filoprotestante de
Bugnini provocó la ruptura de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X,
con todos los laicos que la apoyaron, donde Buenos Aires fue el
centro de operaciones, para su gran expansión hacia toda América
Latina; hoy, la futura reforma, ya enmarcada sin maquillajes de
ninguna especie, dentro de los iconoclastas protestantes, sin dudas
provocará el cisma tan temido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario