Calesita

sábado, 28 de octubre de 2017

Vientos revolucionarios


Afirmamos en diciembre del año pasado, que la Iglesia se parecía a una barca sin capitán. Hoy la confusión dentro de ella es generalizada. Hasta Sandro Magister se percató del doble lenguaje bergogliano, y como la lógica lo señala, el artífice de esta tiniebla, es el “clérigo” Bergoglio, con los “clérigos” secuaces de la Revolución Vaticana, la cual intenta tomar todos los frentes posibles, aprovechando la confusión momentánea, donde muchos están perplejos, perplejidad que lleva a la inacción.
Analicemos ahora este proceso revolucionario que como un huracán recorre toda la Iglesia:
1. La doctrina filoluterana.
Thomas Schirrmacher, el principal teólogo de la Alianza Evangélica Mundial, afirma que Bergoglio es el auténtico sucesor de Martín Lutero. No cuesta trabajo darse cuenta de esta afirmación. Ya no es una perspectiva pastoral, sino una reivindicación al heresiarca Lutero, al cual se aproxima esta Revolución Vaticana, como una luna roja que recibe los fríos rayos de los iconoclastas protestantes.
2. La alineación entre los clérigos.
Así se plantea la nueva doctrina, donde Lutero no fue un monje rebelde, sino un pobre incomprendido. Una buena persona que no quería dividir la Iglesia y acto seguido se pasan por alto todos sus errores heréticos. Esta es la tesis de la clerecía revolucionaria, clerecía a la que el mismo Bergoglio tildó de mundana, y a la que él pertenece. Ahora solo queda alistarse en los bandos que automáticamente se forman tras esta afirmación.
Los jesuitas, con Arturo Sosa Abascal, alias “Bigotito, ya se pasaron a la Revolución, donde Civiltà Cattolica, dirigida por Spadaro, jesuita de vangurdia, a quien una prestigiosa página web, tildó de “imbécil”, busca “canonizar” al monje rebelde: por supuesto como ya dijimos, fue un buen muchacho, y los malvados eran los papas que no lo entendieron. Con esto muchos clérigos ingresan en esta revolución y pasan a disculparse por esta despiadada guerra contra los iconoclastas protestantes.
Según Schirrmacher, una cuarta parte del episcopado ya estrechó filas con los revolucionarios.
Pero no todos son jesuitas. El episcopado polaco, nuevamente tomó distancias de la Revolución Vaticana con un documento adverso a los Amores de Leticia. Esto acarreó en el anciano “clérigo” Bergoglio, una fuerte rabieta, de esas que le vienen cuando las cosas no salen como imagina, dando libre curso a la espada oxidada de su lengua con fuertes amenazas, tal como se acostumbra en los infiernos con los ángeles díscolos.
3. La Liturgia.
La Liturgia es la oración de la Iglesia. Si la teología ha cambiado radicalmente, la oración cambia también y lo hace en forma radical, pues una acompaña a la otra.
Esto hace que Mario Delpini, nuevo arzobispo de Milán, ya incorporado a la Revolución, pida más Lecturas en la Misa reduciendo todo el resto, como si el resto ya no estuviese disminuido en el tiempo de celebración.
Son los nuevos vientos revolucionarios.
Lo más relevante en este campo fue la corrección del gran “clérigo” Bergoglio al Cardenal Robert Sarah, desautorizándolo totalmente.
4. Control revolucionario.
Los jesuitas son “bichos” especiales, y se manejan con un doble sistema de información, tal como lo hace Bergoglio. Por un lado están los canales oficiales, y por otro lado poseen un sistema de espionaje, donde un miembro oculto de cada comunidad informa al superior de todo lo que sucede. En Argentina, dentro del lunfardo moderno, a tal individuo se lo denomina “buchón”. De este modo Bergoglio montó un sistema de “buchones” en el episcopado argentino, donde vemos que algún obispo sin rango alguno, viaja periódicamente al Vaticano, y se reúne con Bergoglio por una hora o dos. Este “buchonea” todo lo que sucede en el episcopado, por consiguiente los obispos cuidan sus modales, pues o los conocen o los sospechan. Del mismo modo se opera en el Vaticano. Los “buchones” revolucionarios, fueron con sus buchoneadas contra el Cardenal Sarah.
Bergoglio, cuando conoció al Cardenal Sarah, observó que este era de las periferias, e imaginó que en todas sus ocurrencias le diría:
Sí bwana, como usted diga bwana...
Pero no fue así. Hasta el Grillo vaticano que dice ser teólogo y que quería desterrar a Benedicto XVI, grilla enloquecido.
5. Coaccionar hacia el filoprotestantismo.
Ahora todos los revolucionarios van por una reforma que compagine y muestre en la liturgia, la feroz mutación producida en la doctrina.
Esto es necesario para la Revolución, puesto que sin ella, los cambios doctrinarios quedarían dentro del grupúsculo revolucionario, que siempre a criterio del iconoclasta protestante Schirrmacher, es tan solo de una cuarta parte del episcopado. Con la nueva liturgia, los cambios doctrinales se harían efectivos para la totalidad de la Iglesia. Se aplica aquí el mismo método empleado en la Primavera del 60: obligar a todos con cambios litúrgicos, para que estos impliquen, coaccionen y definan el asentimiento general de todos los fieles hacia el Vaticano II.
6. Fin del celibato y ordenación de diaconisas.
Con los futuros cambios litúrgcos, los sacerdotes deberán obedecer sin discutir la apertura hacia el monje rebelde Lutero, con todo lo que ello implica hoy en día: Curas casados y diaconisas, las cuales, cuesta poco observar, que van en camino secreto hacia el sacerdocio. Lo dijo el jubilado obispo modernista Erwin Kräutler, secretario de la Conferencia Episcopal Brasileña. Más aún, su documento para hacerlo efectivo ya está durmiendo sobre el escritorio de Bergoglio.
¿IGLESIA OBSOLETA? – Estos son los seis vientos revolucionarios, que harán adelantar a la iglesia sobre su obsoleto atraso de 200 años. Como no podía ser de otro modo, hasta algunos orientales cayeron en la trampa de esta modernidad, como el Patriarcado de Alejandría, quien decidió ordenar diaconisas.
LA LITURGIA COMO TRIBUNAL DE OPCIÓN. – Nuevamente, como en la década del 60, se deberá optar. La diferencia radica que en los finales de la Primavera de Bugnini todavía la liturgia transmitía la Gracia, y los errores doctrinarios eran muy sutiles, optándose en la mayoría de los casos, en no afirmar las verdades de neto cuño católico, como son el sacrificio de la misa, que pasó a ser una comida, y sobretodo el silencio sobre la virginidad perpetua de María Santísima.
La diferencia entre hoy y la Primavera del 60, radica que los tiempos han cambiado, cosa que el anciano “clérigo” Bergoglio no se percata, y cree que todavía está en los feroces años 70, reviviendo sus objetivos. Si la suave reforma filoprotestante de Bugnini provocó la ruptura de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, con todos los laicos que la apoyaron, donde Buenos Aires fue el centro de operaciones, para su gran expansión hacia toda América Latina; hoy, la futura reforma, ya enmarcada sin maquillajes de ninguna especie, dentro de los iconoclastas protestantes, sin dudas provocará el cisma tan temido.



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