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Joseph
Ratzinger, con Hans Maier, ministro de Educación de Baviera, y el
abad Augustin Mayer, futuro cardenal, tomando café durante el Sínodo
de Würzburg, en 1971
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En
nuestra primera parte meditamos sobre la crítica de Enrico Radaelli
a los escritos del joven Ratzinger, hoy detallaremos algunos abruptos
del futuro Benedicto XVI durante esos felices años de primavera
ingenua, siguiendo La nota al margen del ensayo 1.
Radaelli
observa otras grietas entre el joven Ratzinger y el evangelio. Ellas
son:
a.
Negación del concepto de redención de la naturaleza humana, por
ello nos dice:
...la
redención como "reparación de la” «ofensa infinita hecha a
Dios» es solo una doctrina medieval: una doctrina que se debe, según
él, solo a un obispo, por más santo que sea, pero él nunca revela
esto, el obispo Anselmo de Aosta, cuya «férrea lógica» sigue
siendo «apenas aceptable para el hombre moderno», de este modo
mantiene inalterado el pensamiento formulado cincuenta años antes en
Introducción al cristianismo, por lo que esta «nos parece como un
cruel mecanismo para nosotros cada vez más inaceptable». (
Introducción al cristianismo, página 221).
Para
ilustrar al lego en la materia, este párrafo se hace necesario dar ciertas explicaciones.
1.
La feroz inculturación: Estamos en la primavera ingenua del
60, donde estos teóricos, como Ratzinger, buscaron dar un
pensamiento cristiano poniéndose a la par del hombre moderno, es
decir, dentro de sus categorías mentales. En este ámbito observa
Ratzinger la gran dificultad de transmitir el concepto de redención
en las formas mentales de la modernidad.
Sucede
que ya no existen sacrificios ni holocaustos, entonces estos
teóricos, buscaron llegar al misterio de la redención por otro
camino sin encontrarlo. Aquí realmente minimizan la capacidad
arqueológica del hombre moderno y su gusto por el hallazgo antiguo;
por consiguiente, para explicar este tema no era necesario costear
una expedición, abrir túneles ni profanar tumbas, bastaba con leer
el primer libro de la Ilíada de Homero, en los escasos versos (446
al 474) que narran un sacrificio expiatorio, el cual remata con la
comida de los oferentes, la cual puede ser imagen pagana de nuestra
comunión.
2.
Con el tiempo Ratzinger, ya siendo Benedicto XVI comprenderá por
experiencia la dificultad o imposibilidad de tal empresa.
Señalará las dificultades que él mismo encontró, de allí que
dirá:
Teniendo
en cuenta el encuentro entre múltiples culturas, se suele decir hoy
que la síntesis con el helenismo en la Iglesia antigua fue una
primera inculturación, que no debería ser vinculante para las demás
culturas. Éstas deberían tener derecho a volver atrás, hasta el
momento previo a dicha inculturación, para descubrir el mensaje puro
del Nuevo Testamento e inculturarlo de nuevo en sus ambientes
respectivos. Esta tesis no es simplemente falsa, sino también
rudimentaria e imprecisa.2
3.
En esta situación, Ratzinger se halló ante la gran dificultad de
“inculturar” el concepto de redención, lo vio difícil, y
ante la dificultad, al parecer en dicho tiempo prefirió descartarlo, opinión que según Radaelli mantuvo siempre.
4.
San Anselmo de Canterbury, (1033-1109), autor del Proslogion,
es uno de los más grandes doctores de la Iglesia, para quien la
filosofía era una consecuencia exigida por la Fe: Creer para
comprender para luego comprender lo que se creía; por tal motivo no
anteponer la Fe en el pensamiento era presunción, pero no apelar a
la fe era negligencia. Nótese la distancia entre San Anselmo y los
protestantes de nuestros días que apelan a la Fe para detestar el
pensamiento filosófico. Motivo por el cual, contrariando al joven
Ratzinger, San Anselmo podrá ser difícil de comprender, pero nada
más actual.
5.
Aparece un cristianismo desmemoriado: Que el único que habló de
redención como holocausto de Cristo al Padre por una ofensa infinita
de la humanidad fue San Anselmo, es toda una simplificación de dicha
era perteneciente a la primavera ingenua del 60. San Andrés
de Creta (650-740) en el Gran Canon dice:
Contempla,
alma mía, a Isaac ofrecido en holocausto, contempla al nuevo Isaac,
atado al madero de la Cruz, nueva Víctima ofrecida en el misterio
por el pecado del mundo. 3
Por
ello Radaelli le recuerda que tal doctrina es un dogma fijado por el
Concilio de Trento (Denz 1743 y 1753) y...
...que
la Iglesia profesa la doctrina de la redención como Holocausto de
Cristo para el Padre, y en el corazón de Ratzinger. En el corazón
del mundo (§§ 40-3, pp. 155-72) se recorre toda la historia del
dogma sobre el tema, lo cual exige que sea obedecido, aceptado,
creído y celebrado aquello que el profesor Ratzinger siempre ha
rechazado.
***
b.
No se da importancia a la hipóstasis personal.
Varios
problemas se le plantean al joven Ratzinger, que desencadena su falta
de percepción en la hipóstasis de la persona. Como muchos de esa
primavera ingenua no enseñan las tres hipóstasis divinas.
Esto redunda en menoscabo de la hipóstasis personal, pues el hombre
es creado a imagen y semejanza divina.
1.
Esto nos llevará al primer problema mal resuelto:
El
profesor Ratzinger afirma: «Dios es y siempre será para el hombre
el esencialmente invisible ... Dios es esencialmente invisible»
(Introducción al cristianismo, página 42); y nuevamente: «en el
Antiguo Testamento, esta afirmación de que" Dios no aparece ni
se aparecerá nunca al hombre» adquiere un valor de principio: Dios
no es solo el que está ahora fuera de nuestro campo de visión ...;
no, él es, en cambio, quien está afuera por esencia [subraya el
Autor], independientemente de todas las ampliaciones posibles y
concebibles de nuestro campo de visión». (Introducción al
cristianismo, pp. 42-3).
Como
vemos se enseña un Dios sin hipóstasis personales, algo que
Bergoglio llevará al podio de la insensatez, al afirmar que Dios
no es católico. He aquí un hermoso atajo para negar en silencio
las hipóstasis de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Si el
joven Ratzinger hubiese hablado del Dios Padre, esto es así. El
Padre está en la nube divina, donde ni ojo vio, ni oído oyó,
y como afirma Ratzinger, esto es así porque nadie conoce la esencia
divina, tan solo conocemos su existencia.
Como
dije, el problema se suscita cuando no se habla de las tres
hipóstasis divinas. Los neomodernos huyen del tema porque creen que
el hombre moderno es tonto, y no puede entender lo que se le enseña.
Si se explicara bien el misterio trinitario, esta crítica estaría
de más; pues al Hijo encarnado corresponde a lo que luego dice
Radaelli:
Y
San Pablo declara: «Él [el Cristo] es la imagen del Dios invisible»
(II Cor 4,4, pero también en Col 1:15), y nuevamente: «Él [el
Cristo] es el espejo de la gloria de Dios y el impresión de su
sustancia» (Ebr 1,3),...
2.
Ahora bien, que se pueda “ver” al Padre, por medio del Hijo, no
es lo mismo que se “vea” directamente al Padre. Aquí falta
en el joven Ratzinger la enseñanza de la Trinidad. Pero luego el
autor ataca el punto crucial, el dios musulmán al que el joven
Ratzinger encuentra como más factible para la compresión del hombre
moderno. Así es, cincuenta años antes de la invasión musulmana
sobre la Europa actual, el joven Ratzinger ya estaba mentalizado para
ella. El dios musulmán está ideado para quienes no quieren pensar,
de allí que en este punto islamismo, modernismo y bergoglianismo se
tocan, pues están hechos para los que no piensan. Y es Radaelli
quien acota:
...en
cambio el profesor Ratzinger, [enseña] la muy falsa concepción
musulmana – la visibilidad perfecta de Dios para los
Bienaventurados, así llamados precisamente por el hecho que ellos
gozan perfectamente de la visión divina (véase, en el corazón de
Ratzinger. En el corazón del mundo, el § 18, pp 70-4).
De
esta forma, el joven Ratzinger se contradice al afirmar la
imposibilidad de ver la esencia divina por un lado, y la perfecta
visión de los bienaventurados de dicha esencia por otro.
A este
punto solo me resta preguntar: ¿Tan estúpido es el hombre moderno
que no se le puede enseñar las propiedades de las personas divinas?
Y aquí radica el gran problema de los neomodernos, como Bergoglio:
no enseñan, ni son capaces de enseñar.
3.
Lo mismo ocurre con la resurrección de los muertos, como diría
Bergoglio por medio de terceros, la persona se autodestruye cuando no
practica la caridad.
Es en
el punto quinto, donde Radaelli observa contradicciones del joven
Ratzinger frente al tema de la Resurrección:
El
profesor Ratzinger sostiene que el hombre, en la beatitud del
Paraíso, «vivirá en la memoria de Dios» (Introducción al
cristianismo, p.343), y precisa que «Pablo enseña ... no la
resurrección de los cuerpos (Körper), sino mas bien de las
personas, y esto no en el retorno de los "cuerpos de carne",
es decir, de las estructuras biológicas, que el indica
explícitamente como imposible». (Introducción al cristianismo,
p.347).
Para
aclarar esto, podemos decir:
Primero,
la característica de la hipóstasis personal es la imposibilidad
absoluta de ser destruida, y esto es así, pues Dios Padre no
improvisa, y lo que realizó a su imagen y semejanza, lo
realizó para toda la eternidad. Bien quisiera el demonio poder
destruirse, cosa que no puede hacer, pero él lo desea, pues de este
modo señalaría el fracaso de la creación divina. Nuevamente el
pensamiento del joven Ratzinger carece de las propiedades propias de
la persona.
Segundo,
es real lo que critica a continuación el autor, afirmando que el
cuerpo resucitado de Jesucristo es perfectamente biológico al cuerpo
encarnado en la concepción divina del seno de la siempre Virgen
María. Sin embargo una cosa es el cuerpo resucitado de Jesucristo y
otro el de los hombres resucitados.
Aquí
es donde San Pablo afirma que los cuerpos de los resucitados serán
semejantes al cuerpo de Jesucristo, no iguales:
Porque
nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al
Salvador y Señor Jesucristo, quien transformará nuestro cuerpo
miserable, similar (συμμορφον)
a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a sí
todas las cosas. (Fil. 3, 20 y 21)
***
c.
Destrucción del misterio de la encarnación del Verbo en el seno de
la siempre Virgen María.
Así
lo expone Radaelli en su síntesis crítica:
El
profesor Ratzinger sostiene que «la doctrina de la divinidad de
Jesús no sería afectada en el caso que Jesús hubiese nacido de un
matrimonio humano» (Introducción al cristianismo, página 265), de
hecho, en su opinión, la filiación divina de Jesús «no es un
proceso ocurrido en el tiempo, sino mas bien en la eternidad de Dios»
(Introducción al cristianismo, pp. 265-6).
Al
respecto, no procederé a exponer la respuesta que Radaelli dará a
este absurdo del joven Ratzinger, algo que dejo para el lector; pues
si como joven era capaz de idear un absurdo tras otro, de anciano
hará el absurdo más grande de su vida: separar al papado en dos
hipóstasis distintas: una para la materia y otra para la forma.
En
este aspecto de la encarnación, tan solo meditaré en estos puntos:
1.
Estos años de primavera ingenua eran ferozmente
seculares. El joven Ratzinger realiza un gran esfuerzo por
secularizar la concepción divina en el seno de la Virgen María,
quien en todo este análisis sale mal parada: sin virginidad de
ningún tipo. Este proceso de secularización será llevado ya como
anciano al papado; considerándolo en la práctica como un simple cargo ejecutivo, y por
ende renunciará al mismo mostrando la soltura digna de un demente.
2.
Esto sucede por tirar a la basura todo el pensamiento anterior y
pretender arrancar tamquam tabula rasa.
Aplicando a grandes rasgos el pensamiento de San Buenaventura, una
cosa es la idea o exemplar del Padre sobre la
concepción de Jesucristo, y otra el ars de su realización
por medio del Espíritu Santo; algo que el joven Ratzinger no expone
ni enseña. El exemplar es eterno, el ars es temporal.
3.
Sucede que el hombre moderno está cansado de pensar, algo que el
joven Ratzinger percibe, ergo hagamos lo de Edward Schillebeeckx
de esos años de la ingenuidad primaveral, demos a enseñar la
doctrina lo más simple y concreto posible; pero acontece que las
herejías son simples y absurdas simplificaciones del misterio, vicio
en el cual cae el joven Ratzinger y cuando ya sea Papa, simplificará
burdamente el papado.
***
Nada
de lo que sucede hoy es casual. Se durmió mucho en la Iglesia y este
despertar es traumático, pero altamente beneficioso; pues la Iglesia
del mañana debe expulsar de su seno todos sus vicios, no solo los
morales sino los doctrinarios que abrieron el camino para las
monstruosidades morales que vemos hoy.
1http://enricomariaradaelli.it/emr/aureadomus/convivium/convivium_gesu_dice_bianco_ratzinger.html
2
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg.html
3
Oda III, Sección IV, Martes.
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