Dijimos cuando hablamos de la Anástasis de Jesucristo, que la amartía o el pecado, era un regreso al mundo primordial, y de este mundo primordial un deseo de caer en la nada, o sea, una búsqueda consciente de la autodestrucción, la misma que predica a escondidas, el aspirante eterno al papado, Jorge Bergoglio. Como asimismo es una anti-creación. Ver link-->>
¿Existe en nuestra civilización moderna un planteo que describa filosóficamente esta caída al mundo primordial?
Se podría tomar en este sentido una serie de profetas que nos hablarán de la angustia metafísica. Es indudable que al apartarse la civilización occidental de su cristianismo básico, se torna la vida angustiante. Esta será la señal, que marcará el abandono de ser humano para ingresar en su anti-creación.
¿Cómo se explica esto? Es lo que los profetas modernos tratarán de abordar.
El primer profeta lo hallamos en el luteranismo, es el teólogo danés Soren Kierkegaard (1813-1855).
Primera novedad que hallamos, es que el protestantismo se aboque a la filosofía, lo cual es realmente extraño, y además de extraño, es peligroso hacia donde es capaz de dirigirse, pues para ellos la así llamada “Biblia” por momentos se parece al becerro que adoraban los hebreos cuando Moisés se ausentó sobre el monte. Es que para ellos, Dios solo habla por la “Biblia” y esto los lleva a un sectarismo insólito y a veces fuera de toda lógica. Por consiguiente, existe en el protestantismo un rechazo casi formal a la filosofía.
El caso es que como luterano debía rechazar las corrientes filosóficas de su tiempo, motivo por el cual, no le queda otro remedio que ingresar en el campo filosófico. Por supuesto nuestros iconoclastas protestantes de hoy, no ingresan en este terreno, porque lo ven paganizante, a tal grado llega en ellos cierta irracionalidad bíblica.
Kierkegaard conoce la filosofía de su tiempo, donde el pensamiento es superior a la realidad. Este es el influjo del idealismo alemán, tanto de Kant como de Hegel. Por otra parte, viendo el planteo de Schleiermacher, que conducen hacia el panteísmo, buscará la forma racional de distanciarse de esta corriente.
Su raíz filosófica se la puede encontrar en la distancia existente entre el ser finito, en este caso el hombre, y el ser infinito que equivale a Dios.
Lógicamente hallará que entre ambos se abre un inmenso abismo. Esto destruye el panteísmo en boga, pero sin percatarse lo llevará al abismo inicial del Génesis.
De este abismo, surge en el ser finito la angustia existencial. Por el momento, es tan solo en el ser humano, ya vendrá Sartre a decir hipócritamente que de igual modo lo puede poseer Dios, si es que para él existe.
El mito del aventurero en el puente colgante de soga
¿Pero qué es la persona para el protestantismo?
Lo podemos comprender en el mito, del aventurero y el puente de soga. El aventurero cargado con su pesada mochila se enfrenta al desafío de cruzar un río encajonado entre dos altos acantilados, y solo tiene para hacerlo un débil puente de soga, que se sacude de un lado para otro con el furor de los vientos. Este ser que se halla sobre este puente, mira siempre hacia abajo y piensa:
– ¿Podré caerme?
De aquí nace la angustia. La caída al abismo, es una posibilidad dentro de la libertad del hombre.
Distinto es el calvinismo, donde el ser humano está determinado a cruzar sin riesgos, pues ellos son los determinados que llegan a la otra orilla, el resto somos los condenados a caernos sin remedio. Con este planteo, los calvinistas calmaron la angustia existencial.
En este mito del puente colgante de soga, está resumida toda la concepción de la salvación protestante.
A partir de aquí, nuestro luterano pasa a las categorías filosóficas.
Esta angustia radical, la siente el hombre al estar suspendido en la nada y mira hacia abajo y ve a lo lejos la distancia del vacío y la posibilidad cierta de caer por su misma concepción de un ser humano irremediablemente degenerado.
Como se puede ver, la angustia es aquí la posibilidad cierta que nace de la libertad de hundirse en el abismo y esta nada puede derrumbar al hombre angustiado, sin aniquilarlo.
Ésta (la angustia) podría definirse como la relación entre la libertad y el pecado. Antes del pecado, la angustia es aquella experiencia de riesgo y de vértigo que supone el poder elegir por Dios o contra Él; después del pecado la angustia es un deseo de volcarse al exterior para huir de la propia interioridad en una dispersión superficial que acaba en la desesperación. 1
Por lo tanto, este teólogo devenido en filósofo, propugnará una educación en la angustia.
Kierkegaard busca rebelarse contra las corrientes protestantes racionalistas, y busca centrarse en Jesucristo y su imitación, de allí que verá la esperanza, como una fuerza dialéctica que controle dicha angustia.
De esta manera angustia y esperanza se relacionan, donde la una incita la otra en continuidad, sin detenerse en ninguna de ellas.
Esto lo podemos aplicar tanto al hombre, como a Lucifer. El demonio posee cierta esperanza, y supone reconquistar lo que perdió, destruyendo todo lo que puede, para demostrarle a la bondad divina, que se equivocó. Esto es un poco la contraposición entre el cristiano que busca conquistar la humanidad por el amor de ágape, y el islam que lo busca por la armas y la coacción sobre la voluntad.
El ser finito sin la Gracia divina
La base de todo este planteo es el ser finito y el ser infinito.
Hegel hacía entrar en juego constantemente su dialéctica finito-infinito. Pero la infinitud era para él, al fin y al cabo lo que disolvía todos los seres particulares en el seno del único. 2
Tal como lo vemos, la ausencia de la Gracia divina, hace imposible la unión entre los dos seres, sin disolver ninguno de los dos.
Si la angustia nace en el aventurero en el puente colgante de soga, al mirar hacia abajo y contemplar el abismo, se debía recordar la frase de San Pablo, te basta con mi Gracia,2Cor,12,9; pero aquí la Gracia está desdibujada, al destruir y minimizar los sacramentos que la transmiten.
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1 Francisco Leocata. Del ilumninismo a nuestros días.Pág. 131.
2 Ibídem Pág. 130.
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