Calesita

viernes, 23 de julio de 2021

Heidegger, profeta de la angustia en la caída al abismo

 

Si Kierkegaard fue el padre de la angustia, Heidegger será su hijo y el metafísico de la misma, una metafísica que raya en misticismo.

El alemán Martín Heidegger (1889-1976) como profeta de esta modernidad, nos brinda una excelente descripción, que aplicada a nuestro planteo, parece responder a nuestra pregunta inicial en la entrada anterior; donde nos preguntábamos si existía en nuestra civilización moderna algo que describiera filosóficamente la caída del pecador al mundo primordial del Génesis. Intentaremos hacer una hermenéutica de la posición de este apóstata, desde la visión católica.

Los inicios

Heidegger ingresa al nazismo y hace sus primeras armas con la fenomenología de principios del siglo XX, no sin antes iniciarse en el tomismo aristotélico dentro del seminario católico.

La mística del abismo

Así como en la vida de los místicos, algunos logran por Gracia divina alcanzar en algunos momentos, los sabores del mundo celestial; así en la vida de los que apostatan o abrazan la amartía, se alcanza por influjo demoníaco en algunos momentos, a vivir en el mundo del abismo.

El mito del Minotauro

La comparación que expongo a continuación, no pertenece a Heidegger, es un artificio personal para explicar el laberinto en el cual se ha metido el autor.

Heidegger puede compararse a Teseo deambulando dentro del laberinto en el cual se ha encerrado al Minotauro.

¿Qué es este Minotauro, un toro o un ser inteligente? ¿Dónde se encuentra al hijo del toro, y dónde al hijo de la ninfa Pasífae que lo engendró?

Si entramos en este laberinto, solo veremos al Minotauro; en los términos del alemán, solo veremos al ente (Seiend), y como todo romántico lo verá en forma subjetiva, no objetiva. Indudablemente, el Minotauro es un ser de ficción, solo puede existir en forma subjetiva. Como los entes de Heidegger.

Significa que en nuestra subjetividad romántica, siempre veremos los entes (Seiend), tras los cuales corremos como locos, y nos apegamos a ellos; del mismo modo que Pasífae corrió detrás del toro de Creta y se enamoró perdidaamente de él.

Subjetivamente no vemos en este Minotauro, el ser (Sein), es decir, un simple ser humano; porque el pobre está oculto en la otra mitad que es toro, o sea en el ente; pero se revela por el ente, es decir, por el toro. Es entonces cuando nuestro Teseo piensa que el Minotauro, es un ser que “esta-ahí”, en alemán, un Dasein.

El Ser (Sein), como el hombre, está limitado por el toro, el ente; pero el toro le revela que existe un Sein, que está oculto.

Este monstruo, es un ser inacabado, podría haber sido simplementeun toro, pero no lo es; podría haber sido un humano, pero no lo es plenamente; está encerrado en el laberinto del tiempo de su feroz existencia. Es un ser inacabado, no es toro, no es hombre, podría ser toro plenamente, pero no lo es; podría ser hombre plenamente, pero no lo es. Es un Dasein al que hay que cuidarlo, dándole de comer su plato preferido, o sea, carne humana. De allí que necesita un “cuidado”, un “Sorge”.

Solo la muerte de manos de Teseo, pude poner fin a su posibilidad, esa que nunca consigue. La muerte termina con la existencia de este Dasein, “condenado a la ausencia de un acabamiento pleno”. 1

Vayamos ahora a un mito tratado por el autor.

El mito de Cura

Por su parte para desarrollar este tema, Heidegger sigue el ejemplo de Platón, y muy a su pesar, ya que los alemanes descartan lo romano por lo griego, algo atávico en sus costumbres. Por lo tanto debe resignarse en buscar un mito de neto corte romano, pues no le queda otra fábula para apelar.

He aquí el mito de Hyginus Mythografus (ca. 180) según la Bibliotheca Augustana, o de Cayo Julio Higinio según Javier Del Hoyo y José Miguel García Ruiz quienes siguen a Suetonio y lo ubican en el imperio de Augusto.

«1. Después de atravesar Cura cierto río, divisó lodo arcilloso, lo tomó meditabunda y comenzó a modelar a un hombre. Mientras reflexionaba en su interior lo que había hecho, se presentó Júpiter. Cura le rogó que le infundiera el hálito, cosa que fácilmente consiguió de Júpiter.

2. Cuando Cura quiso imponerle su propio nombre, Júpiter no se lo permitió y dijo que había que ponerle el suyo. Mientras Cura y Júpiter discutían acerca del nombre, surgió también Tellus, y dijo que se le debía imponer el suyo, puesto que había ofrecido su propio cuerpo.

3. Tomaron a Saturno como juez. Parece que Saturno les dictó una sentencia justa:

«Puesto que tú, Júpiter, has otorgado el hálito (...) recibe el cuerpo. Puesto que Cura fue la primera en haberlo modelado, que ella lo posea mientras viva. Pero como hay controversia acerca de su nombre, que sea llamado “hombre” (Homo en latín), ya que parece haber sido formado a partir del humus». (Higinio. Fábula CCXX, páginas 290 y 291 de Ed. Gredos.)

La interpretación de Heidegger

Cura significa cuidado en latín. Los carismáticos, pueden exultar con el personaje de Cura, pues no falta quien lo interpretó como una “sanación”.

Esta sanación cruza el río, al que Heidegger le dará el nombre de Leteo, el río por el cual las almas difuntas, conseguían el olvido. Como vemos estamos en una caída.

Tellus es la tierra, para ser gráficos y concretos a nuestros tiempos, es la Pachamama que tanto ama Bergoglio, la cual le dará el cuerpo.

En el Génesis se dice que el hombre fue tomado de la arcilla, aquí se dirá que fue tomado del humus; pero ahora este polvo se mezcla con el río de la muerte, que es el río Leteo, desde el cual surgirá el velo del olvido.

Saturno es el tiempo, que indica la existencia.

Hombre se dice en latín homo, que lo hace provenir de humus, el lodo.

La interpretación se da por vía dialéctica hegeliana. La Tesis es Tellus, el lodo. La Antítesis es Júpiter, el aliento. La Síntesis es Cura o la Sanación de los carismáticos.

Saturno, el tiempo, que en definitiva es la existencia, es el que impone el nombre a este Dasein.

Este hombre, está en este mundo y con el olvido por ser tierra humedecida con el río Leteo. Lo físico le viene por el lodo, el Tellus. El aliento, le viene por la metafísica, es decir, Júpiter. La síntesis la toma de la sanación para seguir existiendo en su vida, lo cual le viene del tiempo o de Saturno. De aquí surge su obra, Ser y tiempo.

Hermenéutica de este mito

Se podría interpretar el mito en clave cristiana diciendo que Cura, es la mano divina, que impide esta destrucción y siempre la persona permanece unida, pero el ser caído, posee el aliento del padre de los demonios que es Júpiter.

Saturno es la existencia de un orden roto que busca justificarse en la confusión del abismo.

El hombre no se percata del ser, pues vive absorbido, distraído por los entes, o como decía Kierkegaard, absorbido por las cosas; y este Dasein caído que ha bebido del río Leteo no puede advertir la presencia de ese ser infinito que es Dios.

Notemos lo curioso, ¿qué es el río Leteo sino el fruto del árbol de La Ciencia del Bien y del Mal que se presenta en el Génesis? Fruto que obnubiló la ciencia infusa que poseía el ser humano. No se puede negar que estamos ante un olvido, pero un olvido del mundo celestial.

Ahora este Dasein, es un ser caído, perdido y absorbido en el mundo de los entes, por lo tanto, ¿para qué buscar el ser? ¿Y qué viene a ser este ser? ¿Acaso no busca lo que no tiene? ¿Y qué es lo que le falta al Dasein, sino a Dios mismo, a quien ha perdido o negado?

Este Ser perdido, que es la divinidad, pasa a ser la nada del ente, es el abismo que veía Kierkegaard. Esta nada siempre vive presente, tal como lo expresa:

...el ser no es ninguna propiedad del ente. Es simplemente otro respecto de todo ente, es la nada del ente. Pero esta nada está presente como el ser”. 560

...la nada es el no del ente, y así es el mismo ser experimentado a partir del ente”. 2

Con este planteo, la persona experimenta un proceso de destrucción, sin llegar jamás a completarse. Esta sigue siendo ser, pero no del mismo modo, sino algo distinto. Es lo que nosotros llamamos amartía. Esta destrucción llega hasta lo ontológico, de tal manera que el ser, ya no es el “Sein”, sino un simple Dasein, es decir, un “estar-ahí”. Una simple existencia. Es el planteo de Kierkegaard, pero ahora con chapa y pintura a fondo y sobretodo, con motor nuevo.

Así es como se siente el hombre moderno, un Dasein o un ser vacío de contenido, que simplemente existe o está-ahí.

La nada del mundo primordial

En este Dasein de la modernidad, aparece el mundo primordial, que para este profeta, será tildado de nada. ¿Cómo se da cuenta?, ¿mirando acaso el abismo de Kierkegaard? No, lo hace por otra vía.

Por más que la filosofía investiga el ser, nunca puede encontrarlo. ¿Por qué motivo? ¿Acaso por el pecado original? Para él, la cosa es más grave, porque el ser se identifica con la nada.

Por supuesto no estamos hablando de la nada griega, que es la ausencia del ser, esto es otra cosa, ¿acaso la nada del mundo primordial?

¿Y qué es esta nada, sino las aguas primordiales del Génesis, donde la existencia del Dasein nada desesperadamente para no ahogarse ?

Entonces nos preguntamos, ¿qué es lo que ha experimentado este profeta? Simplemente, que el ser personal, al carecer de la divinidad, adolece de su propio sentido, es el Dasein frustrado, sin aquello que debería poseer.

Es que esta divinidad, como lo otro del ente, no la encuentra en sí mismo, entonces dirá:

La nada, como lo otro respecto del ente es el velo del ser”. 3

El profeta, intuye que la divinidad está velada. Aún no se rasgó el velo del templo con la muerte de Jesucristo. O se rasgó para algunos y para otros no, sobretodo para las almas que caen en el abismo primordial. La divinidad será su nada por siempre. Pero acontece, que el demonio, ser en estado de abismo, niega lo que Dios hace, ergo esta nada comienza a formar parte de la esencia del ser. No podía ser de otro modo.

Así como con la Gracia accedemos a la divinidad, así con la nada accedemos a la anonadación.

La nada es la posibilitación de la patencia (cualidad de hacerse patente, manifiesto) del ente, como tal ente, para el Dasein humano. La nada no nos proporciona el contraconcepto del ente, sino que pertenece a la esencia del ser mismo. En el ser del ente acontece el anonadar de la nada”. 4

O como dirá en otra ocasión: La nada anonada (nichtet).

Excelente definición del demonio en su caída; si bien algunos se rieron de esta expresión, como Carnap, que dirá que esto era como decir que la lluvia llueve. 5

En la anonadación (Nichtung), la nada no aniquila. Es que el condenado al abismo, desearía aniquilarse a lo Bergoglio, pero no puede, dado que Dios no destruye lo que crea. No existe suicidio para este Dasein.

Entonces el Dasein se percata que debe convivir con la nada que le niega el ser. Esto será como una perpetua muerte, la cual tiene siempre como telón de fondo; y como no existe divinización, el hombre junto al demonio, es "como-ser-para-la-muerte"; ya no existe vida.

Heiddeger podría haber llegado al misterio de la salvación, pero como apostató en su pensamiento, solo llega al misterio de la condenación.

Ya no es el aventurero de Kierkegaard que cruzaba el puente colgante de soga, ahora es la persona que cae directamente al abismo y desesperadamente trata de mantenerse a flote en las aguas de la nada.

Curiosas son las comparaciones con los animales, tanto de Kierkegaard como de Heidegger.

Para el primero el animal no tiene angustia porque no es un ser libre, para el segundo el toro no puede destorarse, ni la vaca desvacarse, ni el caballo descaballizarse, pero el hombre sí puede deshumanizarse. Y feroz es esta desumanización o tal vez desangelización.

La angustia (Sorge)

La lógica consecuencia de este razonamiento es la angustia que el Dasein experimenta en contacto con la nada en su caída al abismo. De allí esta desgarradora observación:

La angustia hace patente la nada. Estamos ‘suspensos’ en angustia. Más claro, la angustia nos deja suspensos, porque hace que se nos escape el ente en su conjunto. Por esto sucede que nosotros mismos –esos hombres que somos- estando en medio del ente nos escapemos de nosotros mismos. Por eso en realidad no somos “yo” ni “tú” los desazonados, sino “uno”. Sólo está todavía ahí el puro Dasein en la conmoción de este estar suspenso, en que no hay nada donde agarrarse”. 6

Brillante definición del atrio del infierno.

Sin embargo el ser humano, hecho un Dasein, es un ser trascendente, ¿Qué hace dentro de la nada? Se percata que el Dragón del Génesis lo engañó, ya no es un Dios, sino un tonto ser finito. Pasífae, como Eva, lo engendró para el laberinto:

..porque el ser es, por esencia finito y sólo se revela en la trascendencia del Dasein que se sostiene en la nada”. 7

Dasein significa: estar sosteniéndose dentro de la nada. Sosteniéndose dentro de la nada, el Dasein está siempre allende el ente en su conjunto. A este estar allende el ente es a lo que nosotros llamamos trascendencia”. 8

¿Pero qué viene a ser esta trascendencia? Nada de especial, es simplemente una metafísica.

A este punto, constataamos lo dicho, este profeta no hace filosofía sino que en realidad hace una mística del infierno. Así como existe una teología mística, no puede faltar una demonología mística. Pero el Dragón vive oculto y contrariamente a Dios, no busca revelarse, por lo tanto, bien eligió nuestro profeta, el nombre de metafísica a esta mística encubierta. ¿No es esto lo que estamos observando? Porque esta metafísica es mucho más que un razonamiento lógico, es más que una ciencia, tampoco es un espacio para divagar opiniones.

La Muerte

Si para el cristiano la Gracia divina es la Vida, la ausencia de Gracia es la Muerte. Para nuestro profeta, la muerte no representa un dejar de ser de una forma determinada, sino una forma de ser. Y como aquí estamos en la mística infernal, el hombre es "como-ser-para-la-muerte", ésta es su meta. Ya no fue creado el hombre para vivir eternamente, sino para morir. La muerte no es la puerta cristiana hacia la vida verdadera, la muerte es “el reducto del ser y la medida de lo inconmensurable". Es la casa del ser y de la eternidad.

Es que la angustia del Dasein no lo aniquila, pero sí lo derrumba, como afirmaba Kierkegaard.

La esperanza puede sostener este estado de anonadación. El Dasein vive absorbido por los entes a los cuales se dedica, pero cuando deja de pensar en sus preocupaciones diarias, surge la angustia de la nada. Allí la esperanza es un estado de expectación que va más allá de las distracciones cotidianas, y puede ser la plenitud que pueda colmar el vacío de esta vida.

Esto es factible mientras la persona del pecador surca las olas de esta vida, ¿pero qué sucede cuando llega la muerte física y se halla en la muerte de la nada del alma, cuando se ha perdido toda esperanza de divinización? Entonces la existencia indefectiblemente se desmorona, víctima de su propio e interminable hundimiento, sin jamás poder aniquilarse. De tal manera la muerte está conectada con el ser humano, que el hombre existe "como ser mortal".

Entonces aparece la demoníaca fuerza de esta mística de la muerte, pues mediante ella, el ser humano resplandece con el más grande brillo y profunda oscuridad en el esplendor de su misterio.

Las sombras del Hades

Heidegger logra desmoronar el ser personal, reduciéndolo al Dasein. ¿Y qué es el Dasein sino ese ser que solo “está-ahí” perdido y sin sentido? ¿Acaso no son las sombras del reino de Hades?

¿Este es el consuelo que ha dado Heidegger a esta generación de apóstatas? Por este motivo se pregunta el salmista en el Salmo 87:

¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias? ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla, o tu justicia en el país del olvido?

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1 F. Leocata. Del ilumninismo a nuestros días. Pág. 180.

2 Eusebi Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger III. Barcelona. Herder. 1990, página 560.

3 Ibídem.

4 Ibídem. Pág. 553.

5 Cfr. Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía.

6 Eusebi Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger III. Barcelona. Herder. 1990, pág. 553.

7 Ibídem, pág. 554.

8 Ibídem. 







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