Cuando
el Génesis presenta la Torre de Babel, lo hace antes de la llamada
divina de Abram en Ur de los caldeos. La contraposición es
manifiesta. Hallamos que una construcción humana se enfrenta a otra
construcción divina.
La
torre es el icono de la organización humana, la cual tiene sus
cimientos en la tierra y busca alcanzar el cielo de la divinidad. Por
su parte, la que es pensada por Dios, toma sus cimientos del cielo y
se proyecta sobre la tierra para que el hombre alcance a Dios.
La
Torre de Babel es el símbolo de la secularización, mientras la
llamada de Dios para Abram es el símbolo de la divinización.
El
resultado es manifiesto, la Torre se disuelve en el tiempo y la
segunda perdura a lo largo de los siglos.
Lo
dice con claridad el salmo 126:
Si
el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si
el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Esta
consideración tiene su lógica humana.
Un ser
es tanto más noble y perfecto cuanto menos recursos y partes
necesita para obrar. El agente perfectísimo en este género ejercerá
su acción íntegra por sí mismo sin ninguna ayuda exterior. Este es
Dios. Por su parte el hombre es un ser compuesto.
Cuando
Dios produce un ser, le otorga los principios constitutivos del ser
compuesto. De este modo el ser, si bien imperfecto, ejerce sus
operaciones por sí mismo sin depender para ellas de otro. Cuando el
hombre forma un cuerpo social, éste surge por su misma persona que
naturalmente tiende a unirse con el resto de sus semejantes.
El
ser social, depende del hombre bajo todo aspecto. El hombre no
logra darle las partes constitutivas para que opere por sí mismo.
Por tal causa, todas las organizaciones humanas nacen, se desarrollan
y se descomponen en el tiempo. Es el relato de la Torre de Babel, el
icono de toda organización humana. Es el hombre que desea llegar al
cielo, puesto que desea obrar como Dios, y su afán se desvanece
efímeramente.
Solo
existe una forma para que esta organización social perdure en el
tiempo, y es que Dios mismo la construya, pues de este modo le ha
concedido su mismo Espíritu. De este modo lo complejo de la
organización humana recibe un elemento constitutivo que se origina
en la simplicidad divina. Con este simple elemento, lo compuesto
logra simplificarse y perdura en el tiempo.
Es
que Dios cuando produce un cuerpo social, éste se moverá de acuerdo
con su Espíritu, y esto es lo que le otorga vida y con la vida
la fuerza para su autodesarrollo. De este modo, parece a los ojos de
los profanos, una simple organización humana como todas, pero la
misma lleva implícita la vida divina que Dios le otorgó.
La
Iglesia fue proyectada por el exemplar del Padre, como el
cuerpo mismo de Jesucristo, quien es su Cabeza, de allí su
permanencia en el tiempo, a pesar de las desorientaciones, pecados y
desvíos de los hombres, es decir, a pesar de las complicaciones
humanas.
Sin
embargo, nos preguntamos qué es lo que sucede cuando leemos esta
clase de noticias:
En
esta muerte anunciada de la vida religiosa en España en el que raro
es el día sin la noticia del cierre de un convento masculino o
femenino hoy nos encontramos con que los franciscanos dejan Lorca.
Pues
a seguir disimulando como si estuviéramos en el mejor de los mundos.
Y el último que apague la luz. 1
Es
indudable que muchas organizaciones de la vida religiosa nacieron con
una fuerza deslumbrante, fue la acción del Espíritu, pero fue
una fuerza que se fue apagando con el paso de las generaciones, a
medida que se fueron complicando con el tiempo. Hoy parece ser el
proceso de muchas organizaciones religiosas, que se apagan como la
“luz” del que escribe la cita.
Estas
organizaciones de la vida religiosa, fueron pensadas por el mismo
Dios Padre, organizadas en el Cuerpo de Cristo, con un fin
determinado. Quien les dio vida y permanencia en el tiempo, fue el
Espíritu Santo.
Cuando
analizamos el caso de su destrucción presente, es conveniente
observar si ésta cumple con los fines que su fundador se propuso,
caso contrario se hace necesario volver a las fuentes.
El
proceso de volver a las fuentes, se llama
Reforma; así nacieron Cluny y Císter; así nacieron los
carmelitas descalzos. Toda organización religiosa en decadencia,
asiste a su muerte y es que el Espíritu Santo no le da la vida que
otrora le empujó, pues como un espejo no se ve reflejado en ella.
Cuando
en la actualidad, se contempla el ejemplo donde una orden religiosa,
otrora tenía más de 30 miembros en un solo sitio y hoy solo cuenta
con menos de cinco, volvemos a preguntarnos: ¿Qué es lo que ha
sucedido?
Pudieron
ocurrir muchas cosas, pero existe una que es trasversal en casi
todas.
Sucedió,
que hubo un Papa, muy bueno por cierto, y con muy buena intención, y
se le ocurrió darle un nuevo impulso a la Iglesia. Pensó que si
ésta se adaptaba al mundo moderno, se renovaría con un nuevo ímpetu
vital. El método escogido para este fin, fue el Vaticano II. Hoy
nos percatamos que las así llamadas reformas de este desastroso
Concilio no responden al mundo moderno, y cuando analizamos con
profundidad, notamos que es la Iglesia quien se metió en el mundo, o
diciéndolo de otro modo, ingresó a la Torre de Babel, por cuyo
motivo toda organización religiosa reformada en esta concepción,
inició un proceso de destrucción, como si se tratara de la torre
bíblica.
El
método elegido para impulsar la Iglesia con más fuerza, fue la
causa de su crisis y su descomposición.
Es
el Vaticano II quien hizo estragos en las filas religiosas; del
mismo modo que hizo estragos en los seminarios.
No
puedo menos de sonreírme ante la concepción de muchos que pensaban
que luego del Vaticano II, se iban a llenar los seminarios. ¡Cuánta
ingenuidad!
Por
este motivo, se hace necesario repensar toda organización religiosa.
Contemplar si ésta cumple con los fines de su fundador. Volver a
las fuentes. Sobretodo a las fuentes litúrgicas.
Decía
el Vaticano II:
...no
se introduzcan innovaciones si no lo exige una utilidad verdadera y
cierta de la Iglesia, y sólo después de haber tenido la precaución
de que las nuevas formas se desarrollen, por decirlo así,
orgánicamente a partir de las ya existentes. (Art. 23)
El
Novus Ordo impuesto por medio de la obediencia ciega, ordenada
dictatorialmente por Pablo VI, fue una innovación del masón
Bugnini, y esta nueva forma, no tuvo un desarrollo orgánico de las
formas ya existentes. El mismo Bugnini confesó que muchas veces tuvo
que inventar, como el invento de las oraciones del ofertorio o las
distintas fórmulas de consagración, una de las cuales se montó en
una noche dentro de una trattoria romana. El Novus Ordo, no
responde al Vaticano II, sino que fue una consecuencia nefasta del
nuevo Vaticano II al que algunos, cuando lo comparan con los sistemas
informáticos, lo llaman Vaticano 2.3.
De
este modo, muchas instituciones religiosas se complicaron con el
Vaticano 2.0, y Dios no es complicación, sino simplicidad, de
allí la triste consecuencia que hoy vemos.
Quien
desee seguir con la reformas oriundas del Vaticano.2.0, que lo
haga; pero no tiene más que recordar que el último, por favor,
apague la luz.
1
https://infovaticana.com/blogs/cigona/los-franciscanos-se-van-de-lorca/
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