Calesita

lunes, 15 de julio de 2024

Solo para eremitas o ermitaños urbanos


Los que por la Gracia de Dios, hemos roto los vínculos con este mundo sumergido en lo que ha elegido, o sea, el caos, hemos determinado para nuestra vida un nuevo rumbo.

El eremitismo urbano es una salida, no sin tropiezos ni dificultades, para ir hacia el Padre junto a Nuestra Señora por el Camino trazado por Jesús, el Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo.

La Iglesia, esa que sigue la tradición de sus apóstoles, dio uno de los mejores frutos con el eremitismo, como paso previo al monacato.

El monacato no nace de la cultura. Los primeros monjes no sabían leer ni escribir, pero llevaban en el alma el espíritu para unirse al Dios Padre.

La contemplación, es un camino peculiar, donde por medio de la oración, se ejercita el ágape o la caridad hacia el prójimo.

El silencio

El mundo vive en el ruido, el eremita en el silencio.

Para el eremita urbano, la ciudad es su desierto.

Para el mundo el silencio es vacío, para el eremita es plenitud infinita, porque es cuando habla Dios.

El mundo moderno vive con un barullo de fondo, ya sea musical u oyendo conversaciones con elementos técnicos. El eremita vive oyendo el silencio de la soledad.

El silencio lleva a la oración y esta se desgrana distribuyéndose en distintos momentos del día:

Siete veces al día te alabo por tus juicios de justicia. Mucha paz tienen los que aman tu ley; no existe para ellos escándalo. (Ps. 118 164-165)

El mundo

Dónde está el desierto está la soledad, donde está la soledad está el silencio, donde está el silencio, se encuentra Dios. 

La soledad es el ámbito del silencio. Estar solo significa estar acompañado de todos los santos que oran junto a nosotros. El eremita busca la soledad y se incomoda cuando la pierde. Mientras la urbe pulula de seres humanos, el eremita encuentra el lugar para aislarse en soledad. No huimos del mundo, sino que lo ponemos en su sitio.

Si el mundo no está acompañado, se deprime; si el eremita no está acompañado, alegre alaba a Dios.

El eremita mas que huir del mundo, busca a Dios.

De este modo, el mundo no nos puede dominar para llevarnos a las Tinieblas.

El demonio

Los antiguos eremitas se probaban en la lucha contra el demonio, de allí que vivían en las tumbas de los paganos, para enfrentarse a ellos y a sus fantasmas nocturnos.

Los modernos eremitas urbanos, vivimos en medio de la masa moderna, plagada de demonios encarnados, cuyos gritos debemos comenzar a distinguir entre la masa urbana.

La concupiscencia

El eremita no castiga su cuerpo, sino que lo ordena. Sabe que nada de este mundo puede llenar el vacío existencial que se experimenta en su espíritu.

Su ideal es la apatía, o sea, una naturaleza sin pasiones. El combate para llegar a la apatía, se basa en la frugalidad y el ayuno. De este modo, el eremita es la contracara de aquellos que buscan satisfacer inútilmente sus pasiones, pues estas siempre le exigirán algo más.

La apatía debe llevarlo al ethos, a la costumbre, mediante la cual el eremita reconstruyó la naturaleza primigenia, antes de caer en la falta de Adán.

Obediencia

Para el eremita, la obediencia se manifiesta, en la aceptación de la voluntad divina, la cual se da de distintos modos. Nada de lo que suceda es casual. En los acontecimientos se muestra la voluntad de Dios Padre. Por lo tanto es indispensable saber aceptar lo que nos sucede.

¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin la voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues. ¿No aventajáis vosotros a los pajaritos? (Mat 10,29-31)

Saber distinguir

Tan solo es necesario distinguir el mal del bien, lo material de lo espiritual, la voz del demonio de la voz del ángel, el consejo del buen pastor al consejo del lobo revestido con piel de oveja.

Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos. El árbol Que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego. Por los frutos, pues, los conoceréis. (Mat. 7,16-20)

La Sinergia

Todo esto se hará posible por medio de la Gracia Divina, que desciende de los apóstoles y se adhiere como Espíritu en nosotros.

La soberbia nos manda actuar solos, la humildad nos hace pedir la ayuda divina.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.(Jn,15-5)

La kénosis

El eremita se inicia vaciándose a sí mismo, para llenarse de divinidad, la cual se manifiesta con el ágape hacia el prójimo. La apatía prosigue el vaciamiento de la personalidad, hasta llegar a la estabilidad, el ethos.

Ora et labora

El trabajo forma parte de cada profesión y estado. Se trabaja para los demás y se tienen en cuenta las normas evangélicas:

No sea tu mano abierta para recibir
y cerrada para dar. (Eclco., 4,36)
Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán. (Mat, 6,33-34)
Aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón. (Sal. 61,11)

Para los que misionan:

No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestro cinto, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. (Mat,10, 9-10)


A continuación, una regla genérica para eremitas urbanos.

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