Calesita

viernes, 22 de noviembre de 2019

El eterno retorno


Afirmaba Aristóteles que Dios era el motor inmóvil, con la encarnación del Dios Hijo, el Ser inmóvil se ve forzado a moverse por su propio ágape o amor divino. Dicho movimiento se incrusta en la Historia.
El Dios Hijo ingresa en la Historia. Algunos dirán que irrumpe en la Historia, concepto que no se ajusta a la realidad. Dios entra en la Historia y deberá sufrirla, como todos los humanos, con dos movimientos bien distintos.
Uno en el sentido humano, movimiento de kénosis; se hace hombre, predica, realiza signos que evaden el orden humano, funda su iglesia y lo mata la nación judía en la cruz, descendiendo al lugar de los muertos.
El segundo movimiento es sacral: Se inicia desde su resurrección y lo lleva a la derecha del solio del Dios Padre. Es allí cuando su movimiento comienza a detenerse, pues todo movimiento busca apagarse al encontrar su fin. Este movimiento ascensional quedará impreso en su Iglesia, la cual ostentará los dos movimientos, el humano o histórico y el sacro o ascensional.
La Historia, sin Cristo carece totalmente de sentido. 
La historia humana no sabe hacia donde va, ni lo que quiere, su último sentido humano es la evolución hacia un supuesto panteísmo, dogma indemostrable y desde el punto de vista cristiano, totalmente erróneo.

El eterno retorno
Para los antiguos la historia era lo que fue para los estoicos, un eterno retorno sin sentido de trascendencia. Era el eterno renacer, donde el mundo se extinguía para volver a realizarse. Para los orientales, este eterno renacer implicaba que la procesión de las cosas se repetía, pero buscando una purificación ascensional en busca de la perfección.
La antropología protestante y neocatólica
Para Nietzsche cuando el hombre hubiese alcanzado su ideal de Übermensch o Superhombre, deseará el eterno retorno.
Los católicos neomodernos, no dan muestra de nada que se asemeje al Übermensch. Viven en la antropología, pero una antropología plagada del negro pesimismo protestante, donde el ser humano es un depravado total, es decir, es el Anti-Übermensch.
Es lo que muestra una parte de la jerarquía sacerdotal, opulenta en depravaciones morales, donde más bajo parece que no se puede caer.
Para este ántropos, un hombre depravado, solo le queda esperar en la misericordia divina, tal como lo presentó Bergoglio en sus primeros momentos de su confuso papado.
El caos primordial
Sin lugar a dudas, es el anciano Eugenio Scalfari el gran hermeneuta de la doctrina de Bergoglio. Scalfari es ateo, pero cree en el caos.
El caos es el mundo primordial, tal como lo presenta el Génesis (Cap.1,2). Allí encontramos el vacío o tohw (תֹהוּ) hebreo, como la ausencia del ser. Este vacío va unido a lo informe o bohw (בֹהוּ) hebreo, puesto que al ser vacío no existe aún una forma. Las tinieblas o joshek (חֹשֶׁךְ) hebreo cubren este abismo primordial, pues son el resultado del vacío y de la falta de formas.
Según Scalfari, Bergoglio le enseñó que el alma del inmisericorde se deshace, de allí, que lo único que le impide caer en el caos primordial y deshacerse en el joshek, es el misercordismo pragmático, expuesto en el juicio final de Mateo, al que Bergoglio llama “Protocolo”: Dar baños a los que viven en la calle, acoger al inmigrante, preparar pizzas para los que piden comida, visitar enfermos, enganchar en negro la electricidad, para los supuestos “pobres” que no la pueden pagar, etc....
¿Y qué hacemos con los prelados depravados?
La realidad presenta esta capa de depravados. Estos forman el Anti-Übermensch bergogliano, los cuales viven en la historia donde el Jesús “se hizo historia” y por tal motivo, el Jesús no es otra cosa que un Übermensch realizado, según relata Scalfari en el catecismo aprendido de Bergoglio.
Lógicamente debemos suponer, que esta historia, desde que ahora es el Jesús, está impregnada de misericordia o de un misericordismo el cual es imposible de modificar. Por lo tanto, pecca fortiter, pues dicha historia es imposible de cambiar, ya que se identifica con el mismo Jesús bergogliano; sed crede fortius.
¿Entonces, cuál es el trabajo de la iglesia bergogliana?
El ántropos vive dividido por las culturas y así no puede llegar al Übermensch, por lo tanto se debe encontrar la síntesis cultural de esta diferencia tan “querida por Dios”. Lograr la unidad de las culturas. Este es el servicio que presta la iglesia bergogliana. Tal como lo dijo en Tailandia:
Estamos invitados a ser actores y gestores directos en la construcción de una cultura basada en valores compartidos, que conduzcan a la unidad, al respeto mutuo y a la convivencia armoniosa”.
La alegría extrema
El Übermensch es aquel que como Bergoglio vive en la alegría y la risa desfachatada, es el hombre que vive sin miedos y que solo ama la vida. Tal como lo dijo en Tailandia:
...los invito a mantener viva la alegría y a no tener miedo de mirar el futuro con confianza.
Alegría e hipercultura
¿Por qué estas citas de Bergoglio nos muestran su mensaje central? Porque el Übermensch es alegre y no le tiene miedo a nada y es el único capaz de construir la hipercultura.
Si fuésemos budistas, diríamos que Nietzsche se reencarnó en Bergoglio.
El eterno retorno a la Pachamama
La historia humana, es inconexa, de allí los esfuerzos de muchos pensadores para buscar y encontrar el hilo que podría unir un hecho con otro. Cuando Hegel habla de la historia ascensional, hace intervenir el Espíritu, el cual hace de conexión entre un hecho y otro, pero el grave error de este filósofo protestante es imprimirle al Espíritu divino, un movimiento humano.
De este movimiento puramente humano surgirá para otros el movimiento histórico dialéctico como tesis, antítesis y síntesis. Otra payasada, pues se le imprime a la Historia el mismo movimiento del pensamiento; de aquí surge el idealismo liberal y el idealismo marxista, al que tildarán muy impropiamente de materialismo dialéctico. ¿Dónde está el materialismo si la materia se mueve como el pensamiento?
De la Pachamama al Übermensch
El ser humano, que busca ser un Übermensch se ha convertido a la Pachamama, y regresa al vientre de la tierra como en un eterno retorno. Esta conversión imprime nuevos mandamientos que salven la tierra de caer en el caos primordial, en un joshek con su tohw y bohw. Tal como lo vemos en la pintura de Dalí llamada curiosamente “Niño geopolítico observando el nacimiento del nuevo hombre”. Este nuevo hombre, este Übermensch nace del vientre de la tierra, nace de la Pachamama.
El movimiento sacro
El cristianismo, desde sus orígenes, buscó imprimirle al hombre, no un movimiento humano o una historia humana o una dialéctica; sino un movimiento divino, sacro en sus formas, el cual rompe con todas las categorías de estos pensadores inmersos en el abismo oscuro del mundo primordial. Con este movimiento se cae todo concepto de evolución teilhardiana y no existe forma de caer en el panteísmo moderno.
Ya no se trata de inculturar o de antropologizar para llegar al Übermensch, simplemente se trata de lo opuesto, se trata de divinizar por la Gracia. Es el único movimiento ascensional posible.

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