Afirmaba
Aristóteles que Dios era el motor inmóvil, con la encarnación
del Dios Hijo, el Ser inmóvil se ve forzado a moverse por su
propio ágape o amor divino. Dicho movimiento se incrusta en la
Historia.
El
Dios Hijo ingresa en la Historia. Algunos dirán que irrumpe en la
Historia, concepto que no se ajusta a la realidad. Dios entra en la
Historia y deberá sufrirla, como todos los humanos, con dos
movimientos bien distintos.
Uno
en el sentido humano, movimiento de kénosis; se hace hombre,
predica, realiza signos que evaden el orden humano, funda su iglesia
y lo mata la nación judía en la cruz, descendiendo al lugar de los
muertos.
El
segundo movimiento es sacral: Se inicia desde su resurrección y
lo lleva a la derecha del solio del Dios Padre. Es allí cuando su
movimiento comienza a detenerse, pues todo movimiento busca apagarse
al encontrar su fin. Este movimiento ascensional quedará impreso en
su Iglesia, la cual ostentará los dos movimientos, el humano o
histórico y el sacro o ascensional.
La
Historia, sin Cristo carece totalmente de sentido.
La historia
humana no sabe hacia donde va, ni lo que quiere, su último
sentido humano es la evolución hacia un supuesto panteísmo, dogma
indemostrable y desde el punto de vista cristiano, totalmente
erróneo.
El
eterno retorno
Para
los antiguos la historia era lo que fue para los estoicos, un eterno
retorno sin sentido de trascendencia. Era el eterno renacer, donde el
mundo se extinguía para volver a realizarse. Para los orientales,
este eterno renacer implicaba que la procesión de las cosas se
repetía, pero buscando una purificación ascensional en busca de la
perfección.
La
antropología protestante y neocatólica
Para
Nietzsche cuando el hombre hubiese alcanzado su ideal de Übermensch
o Superhombre, deseará el eterno retorno.
Los
católicos neomodernos, no dan muestra de nada que se asemeje al
Übermensch. Viven en la antropología, pero una antropología
plagada del negro pesimismo protestante, donde el ser humano es un
depravado total, es decir, es el Anti-Übermensch.
Es lo
que muestra una parte de la jerarquía sacerdotal, opulenta en
depravaciones morales, donde más bajo parece que no se puede caer.
Para
este ántropos, un hombre depravado, solo le queda esperar en
la misericordia divina, tal como lo presentó Bergoglio en sus
primeros momentos de su confuso papado.
El
caos primordial
Sin
lugar a dudas, es el anciano Eugenio Scalfari el gran hermeneuta de
la doctrina de Bergoglio. Scalfari es ateo, pero cree en el caos.
El
caos es el mundo primordial, tal como lo presenta el Génesis (Cap.1,2). Allí
encontramos el vacío
o tohw
(תֹהוּ)
hebreo, como la ausencia del ser. Este vacío va unido a lo informe o
bohw
(בֹהוּ)
hebreo, puesto que al ser vacío no existe aún una forma. Las
tinieblas o
joshek
(חֹשֶׁךְ)
hebreo cubren este abismo primordial, pues son el resultado del vacío
y de la falta de formas.
Según
Scalfari, Bergoglio le enseñó que el alma del inmisericorde se
deshace, de allí, que lo único que le impide caer en el caos
primordial y deshacerse en el joshek,
es el misercordismo pragmático, expuesto en el juicio final de
Mateo, al que Bergoglio llama “Protocolo”: Dar baños a
los que viven en la calle, acoger al inmigrante, preparar pizzas para
los que piden comida, visitar enfermos, enganchar en negro la
electricidad, para los supuestos “pobres” que no la pueden pagar,
etc....
¿Y
qué hacemos con los prelados depravados?
La
realidad presenta esta capa de depravados. Estos forman el
Anti-Übermensch bergogliano, los cuales viven en la historia
donde el Jesús “se hizo historia” y por tal motivo, el Jesús no
es otra cosa que un Übermensch realizado, según relata
Scalfari en el catecismo aprendido de Bergoglio.
Lógicamente
debemos suponer, que esta historia, desde que ahora es el Jesús,
está impregnada de misericordia o de un misericordismo el cual es
imposible de modificar. Por lo tanto, pecca fortiter, pues
dicha historia es imposible de cambiar, ya que se identifica con el
mismo Jesús bergogliano; sed crede fortius.
¿Entonces,
cuál es el trabajo de la iglesia bergogliana?
El
ántropos vive dividido por las culturas y así no puede
llegar al Übermensch, por lo tanto se debe encontrar la
síntesis cultural de esta diferencia tan “querida por Dios”.
Lograr la unidad de las culturas. Este es el servicio que presta la
iglesia bergogliana. Tal como lo dijo en Tailandia:
“Estamos
invitados a ser actores y gestores directos en la construcción de
una cultura basada en valores compartidos, que conduzcan a la unidad,
al respeto mutuo y a la convivencia armoniosa”.
La
alegría extrema
El
Übermensch es aquel que como Bergoglio vive en la alegría y
la risa desfachatada, es el hombre que vive sin miedos y que solo ama
la vida. Tal como lo dijo en Tailandia:
...los
invito a mantener viva la alegría y a no tener miedo de mirar el
futuro con confianza.
Alegría
e hipercultura
¿Por
qué estas citas de Bergoglio nos muestran su mensaje central? Porque
el Übermensch es alegre y no le tiene miedo a nada y es el
único capaz de construir la hipercultura.
Si
fuésemos budistas, diríamos que Nietzsche se reencarnó en Bergoglio.
El
eterno retorno a la Pachamama
La
historia humana, es inconexa, de allí los esfuerzos de muchos
pensadores para buscar y encontrar el hilo que podría unir un hecho
con otro. Cuando Hegel habla de la historia ascensional, hace
intervenir el Espíritu, el cual hace de conexión entre un hecho y
otro, pero el grave error de este filósofo protestante es imprimirle
al Espíritu divino, un movimiento humano.
De
este movimiento puramente humano surgirá para otros el movimiento
histórico dialéctico como tesis, antítesis y síntesis. Otra
payasada, pues se le imprime a la Historia el mismo movimiento del
pensamiento; de aquí surge el idealismo liberal y el idealismo
marxista, al que tildarán muy impropiamente de materialismo
dialéctico. ¿Dónde está el materialismo si la materia se mueve
como el pensamiento?
De
la Pachamama al Übermensch
El ser
humano, que busca ser un Übermensch se ha convertido a la
Pachamama, y regresa al vientre de la tierra como en un eterno
retorno. Esta conversión imprime nuevos mandamientos que salven la
tierra de caer en el caos primordial, en un joshek con su tohw
y bohw. Tal como lo vemos en la pintura de Dalí llamada
curiosamente “Niño geopolítico observando el nacimiento del
nuevo hombre”. Este nuevo hombre, este Übermensch nace
del vientre de la tierra, nace de la Pachamama.
El
movimiento sacro
El
cristianismo, desde sus orígenes, buscó imprimirle al hombre, no un
movimiento humano o una historia humana o una dialéctica; sino un
movimiento divino, sacro en sus formas, el cual rompe con todas las
categorías de estos pensadores inmersos en el abismo oscuro del
mundo primordial. Con este movimiento se cae todo concepto de
evolución teilhardiana y no existe forma de caer en el panteísmo
moderno.
Ya no
se trata de inculturar o de antropologizar para llegar al Übermensch,
simplemente se trata de lo opuesto, se trata de divinizar por la
Gracia. Es el único movimiento ascensional posible.
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