Calesita

viernes, 7 de junio de 2019

Praxis de la Revolución Vaticana


Como afirmamos en artículos anteriores, el che Bergoglio persigue la praxis revolucionaria, pues si esta no está en movimiento, esta revolución que está en su etapa doctrinaria, queda inconclusa.
Por tal motivo, es una idiotez hablar de una Tradición en movimiento, excepto cuando esta sea el velo del templo que oculta la praxis revolucionaria.
La mecha que hizo estallar esta praxis revolucionaria, la encendió Juan XXIII, cuando habló del aggiornamento de la Iglesia. He aquí una de las grandes razones para ser elevado a los altares. Juan XXIII ya puede ser comparado al Rousseau de la Revolución Francesa, por su alegre optimismo en el ser humano que desbordaba de su personalidad.
Aggiornar es adaptar. El Rousseau de Juan XXIII partió de la base, que la Iglesia se presenta ante el mundo como un ser fuera de época, como se decía por entonces, estamos en una iglesia “acartonada”. De la gruesa espuma aggiornada de este mar del mundo, nació la imperiosa necesidad de adaptación, a la cual se plegará eufórico, el entonces joven Ratzinger.
La necesidad de adaptación, se constituirá en una praxis de búsqueda dentro de los años anteriores al papado de Juan Pablo II, praxis que abarcará no solo a la cabeza, sino que tendrá su motor propio en los elementos básicos de la estructura eclesial, como sacerdotes y religiosos, los cuales a cada momento cantarán el jaque de los cambios a sus autoridades respectivas.
Sin embargo, el elemento intelectual de esta adaptación, no surge simplemente de las bases ni de la cabeza, sino que nace en las universidades romanas. Es allí donde los obispos envían sus mejores sacerdotes para capacitarse en profundidad, y de allí regresan pregonando nuevas formas, las cuales se basan en nuevas teorías, a las cuales se puso el nombre de New Theology.
La “enciclopedia” de los jesuitas. 
Si Juan XXIII fue el Rousseau de esta Revolución Vaticana, las universidades, forjaron la “enciclopedia” de esta misma revolución. Tomemos como ejemplo la Pontificia Universidad Greogoriana. ¿Quiénes regentean esta universidad? La vanguardia de los jesuitas, es decir, los nuevos enciclopedistas.
De este modo se formó el camino reformista: la necesidad de adaptación produjo la praxis y la praxis bebió el agua marina de la New Theology. En este contexto, la reforma cae como un fruto maduro del árbol.
El ejemplo de lo que estamos afirmando, lo vemos con toda claridad, en el camino seguido para que se comulgue usando las manos. Esta praxis nace de la necesidad de adaptación, pero la teoría se forja en las universidades, y los estudiantes la llevan a sus diócesis, de tal forma que se genera una acción que va contra todas las normas, pero que respeta el principio de adaptación o aggiornamento. Se presiona con la praxis, y la autoridad debe ceder para no llegar a un mal mayor. Hoy, comulgar con las manos bien contaminadas, es lo habitual y al que abre la boca, le dicen de todo. La praxis revolucionaria funcionó a las mil maravillas.
Etapas de adaptación
Las etapas de esta adaptación pueden distinguirse con toda claridad. Una se dio antes del papado de Juan Pablo II y la segunda, después de la virtual renuncia de Benedicto XVI.
En la primera etapa, dentro de la locura desatada por algunos elementos que buscaban afanosamente la adaptación, se buscó desesperadamente un punto de equilibrio, y es el que algunos mantienen en la actualidad, a pesar del paso del tiempo. Quien lo expone es Hans Urs von Balthasar en una entrevista cuando se le preguntó si se había vuelto conservador:
Sigo siendo lo que era. Estas son cosas que se toman prestadas de la política, que aquí no tienen sentido. Pero si quiere le diré que hay que ser al mismo tiempo conservadores y progresistas: conservar lo que es esencial y caminar con la Iglesia en el aggiornamento para la época moderna. 1
Este es el criterio con el que responden los así tildados de neocones.
Si con Juan Pablo II se dirá que las reformas terminaron, surgirá el cardenal Martini, jesuita y padrino político de otro jesuita, el che Bergoglio, quien declarará con toda seriedad que la Iglesia lleva un atraso de doscientos años. Falta adaptación, falta más New Theology, falta praxis, faltan reformas.
La segunda etapa de esta adaptación, la sufrimos en carne propia, dentro de la oscura ambigüedad del che Bergoglio. Esta etapa de adaptación, sufre el siguiente proceso:
1. Oscuridad, el camino de la duda. La adaptación lleva al cambio, pero para que se produzca un cambio, se debe oscurecer el panorama. Es la densa espuma del mar. De este modo lo que ayer era seguro, hoy ya no lo es; lo que hasta ayer se afirmaba como real, hoy se afirma como dudoso.
Oscuridad y duda, generan la inmovilidad de lo que se viene haciendo. Es la filosofía del idealismo kantiano llevada al “boliche”. Es en la mesa del café porteño, donde alguien opina que para que se dé una categoría a posteriori, se requiere una niebla inicial a priori. Para que se dé una reforma por medio de la mente humana, se requiere una oscuridad inicial que la exija. La realidad en este afrancesado café, siempre es una masa informe, como la materia informe, que requiere de la mente para que le dé su propia forma.
El dialéctico Bergoglio cumple a las mil maravillas con este objetivo, y da el ejemplo, afirmando lastimosamente que le asaltan dudas. La dialéctica no puede existir, sin el idealismo que la genera.
Para contrarrestar esta idiotez del neomodernismo, que camina como un bereber en la neblina de su imaginario desierto, es conveniente apelar a San Agustín, para quien la duda era la auténtica enemiga de la razón; y la razón, que de por sí siempre es insuficiente, es iluminada por el ojo de la Fe, por tal motivo, así empleaba su propios argumentos retóricos:
Y en estas verdades (de la Fe) no hay temor alguno a los argumentos de los académicos, que preguntan: «¿Y si te engañas?». Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse; y por esto, si me engaño, existo. Entonces, puesto que si me engaño existo, ¿cómo me puedo engañar sobre la existencia, siendo tan cierto que existo si me engaño? Por consiguiente, como sería yo quien se engañase, aunque se engañase, sin duda en el conocer que me conozco, no me engañaré. Pues conozco que existo, conozco también esto mismo, que me conozco. Y al amar estas dos cosas, añado a las cosas que conozco como tercer elemento el mismo amor, que no es de menor importancia.
Pues no me engaño de que me amo, ya que no me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser justamente reprendido e impedido de amar las cosas falsas, si fuera falso que las amaba? Ahora bien, siendo ellas verdaderas y ciertas, ¿quién puede dudar que el amor de las mismas, al ser amadas, es verdadero y cierto? Tan verdad es que no hay nadie que no quiera existir, como no existe nadie que no quiera ser feliz. ¿Y cómo puede querer ser feliz si no fuera nada? 2
Lógicamente, estos argumentos para el che Bergoglio son el agujero negro de su mente.
2. Salida neomoderna de la duda. Para que este bereber salga de la niebla de su duda, los neomodernos hallaron el criterio de la transversalidad.
Lo que es transversal, es cierto. Sin detenerse a pensar si dicha transversalidad no es impuesta por los magnates de turno, se lanzan a construir nuevos esquemas, a los que se les da el nombre de paradigmas.
He aquí la novedosa iglesia del turco Bergoglio, saliendo de su neblina. De más está explicitar los temas de la transversalidad: divorcio, aborto, homosexualidad, calentamiento global, justicia social, etc.
Esto es lo que Bergoglio intenta aplicar en su nefasto papado, por cuyo motivo, son misericordiados los gay en la iglesia y en los sacramentos.
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Otro de los inventos de nuestro Rousseau católico, Juan XXIII, fue el ecumenismo, ¿y qué es el ecumenismo sino una necesidad de adaptación a las infinitas herejías que se desprendieron de la catolicidad? No es que los herejes se adapten al catolicismo, sino que los católicos se adaptan a los herejes. Como dice una nefasta jerarquía episcopal, “demos el primer paso”.
Dejar de lado las excomuniones, fue el primer paso, excepto para aquellos que rechazaron esta forma de pensar. No existen anatemas hacia la herejía y sí hacia los tradicionalistas. Un católico tradicional siempre será visto con asco, peor que un pentecostal gritando desaforadamente en la plaza.
La praxis ecuménica está hoy en pleno auge, a tal punto que en algunos casos, no sabemos de qué religión nos están hablando y a toda esta Babel doctrinaria la llamaron con el rimbombante nombre de “Pueblo de Dios”, aunque muchos de ellos sean ministros del mismísimo infierno.
Una vez elaborada la nueva praxis, llamada en algunos casos, la pastoral, se llegará a la nueva norma, la cual como Venus, nacerá desnuda de las espumas de las tumultuosas aguas marinas del mundo, y será bautizada con esas mismas aguas con el apelativo de reforma.
Reforma significa que se cambió de forma, y si se cambió de forma, es porque la hipóstasis que la sostiene, ahora es distinta.
Es lo que ha sucedido con el Novus Ordo del masón Bugnini. El Novus Ordo, no el del billete de un dólar, sino el de Bugnini, es una reforma. Pero la nueva forma es irreconocible mirando la anterior forma. Es una forma totalmente nueva y adaptada al luteranismo. ¿Qué cambió en el Novus Ordo? La hipóstasis, pues estamos ante un rito nuevo, sin pasado, con tan solo un presente y de un dudoso futuro. Este rito novedoso, será el caldo de cultivo para seguir efectuando adaptaciones: bailes en ceremonias litúrgicas, comulgar con las manos, introducir mujeres para todo uso y efecto, concelebrar con herejes, representar obras teatrales en las iglesias o hermosos conciertos; y hoy aterrizamos con los semiopíparos banquetes que ofrece Bergoglio a presos y musulmanes.
El che Bergoglio es el Vaticano II llevado a su sima profunda, y continúa con las adaptaciones que siguen un vertiginoso curso revolucionario. Bienvenidos los luteranos, recemos las vísperas con los anglicanos, bienvenidas las bendiciones o avivamientos pentecostales, o hagamos un monasterio, donde nadie sabe de qué religión se trata. Praxis, todo praxis revolucionaria.

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1 Regreso a la Iglesia de comunión. ESQUIÚ, Año XXIX Nº 1468 del 10 de junio de 1988, Páginas 31 y 32.
2 La Ciudad de Dios, Cap. XXI.

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