Muy
poco estudiado está el proceso por el cual luego del Vaticano II se
produce una feroz implosión dentro de las filas del clero
postconciliar. En estas breves líneas tan solo pretendo introducir
el tema y ponerlo sobre la mesa de laboratorio con unas rápidas
pinceladas de impresionismo. En mi somero análisis contrapongo un
observador de esos años, el cual opina desde fuera de la Iglesia
latina, para que se perciba la diferencia.
BERGOGLIO,
EL GRAN ICONO. – Este es un
fenómeno que merece un estudio; por supuesto, hoy todavía pululan
miembros entusiastas de esta generación
perdida, con los cuales
nada se puede y oponerse a ellos es una pérdida de tiempo. Daré más
detalles de este planteo, tan solo es conveniente decir que Bergoglio
es el icono que mejor los representa a todos, por ello es “su papa
por naturaleza” de este catolicismo en plena decadencia.
Este
planteo abarca dos décadas, podemos definirla entre 1960 y 1980, con
la dificultad que los límites siempre nos marcan.
OBEDIENCIA
GENERADA DESDE UN GRUESO ERROR DE AUTORIDAD. – Durante
este período se produce dentro del clero un gigantesco fenómeno, el
cual jamás se había dado dentro de la Iglesia occidental; se somete
al clero universal por obediencia “perinde
ac cadaver” 1,
a todos los cambios planteados por una minoría de intelectuales
desde el Vaticano.
El uso
normal dentro de la Iglesia consistía en introducir un cambio y
aparejarlo con el uso normal diario, si resistía o aumentaba su
adhesión se constituía en norma, es lo que nos enseñó el derecho
romano. El proceso usado por Pablo VI fue inverso, fue un proceso “a
lo liberal”, dio la norma y sometió con ella al cambio, no
solo del clero, sino de los mismos fieles.
El
error crucial, consiste en tomar una autoridad que es garantía de
Verdad, por una autoridad central que se inmiscuye en las procesiones
que son incumbencia de quienes aplican dicha doctrina; más aún, con
dichos cambios se buscó modificar ladinamente la doctrina.
CUANDO
SE ESTÁ CIEGO. – Pablo VI
merece un breve comentario desde esta óptica. No discuto su
santidad, tan solo señalo su miopía absoluta. Para que salga a
decir que el “humo del
infierno” se introdujo
en la Iglesia, es que era ciego o miope; pues él fue quien encendió
la llama que produjo el humo. Hoy los cabecillas de esta generación
perdida buscan
desesperadamente santificar todos los papas posteriores al Vaticano
II, pues los cambios son endebles y corren el riesgo de desplomarse
en cualquier momento, cosa que comienza a suceder, gracias a la
reacción antibergogliana.
VISIÓN
EXTERNA DEL PROBLEMA. – Esta
obediencia “perinde ac
cadaver” produjo la
primera implosión.
En
1969, Jean Meyendorff, teólogo ortodoxo, viendo lo que sucedía en
la iglesia latina, escribía:
Una
autoridad que equivocadamente se consideró a sí misma, durante
siglos, como única responsable de la verdad y que consiguió un
notable éxito educando para la obediencia a los miembros de la
Iglesia a la par que los exoneraba de la responsabilidad, está
siendo claramente cuestionada hoy en día, aunque siga manteniendo
posiciones insostenibles. 2
El
concepto de Meyendorff es duro, pero no deja de tener razón en
ciertos aspectos. Esta brutal obediencia que impuso Pablo VI y que
Meyendorff percibe, se impuso en el campo litúrgico. Si el Vaticano
II no hubiese determinado minar su liturgia con su primer documento,
posiblemente el Concilio hubiese pasado en ciertos lugares casi
desapercibido. Fue la liturgia quien le dio universalidad absoluta.
ULTRAOBEDIENCIA.
– Esta obediencia es el
resultado de una serie de errores, no doctrinarios, sino de
aplicación y de procesión. Nos encontramos con una autoridad papal,
que se siente con derecho absoluto a cambiar no la doctrina, sino la
procesión que le es implícita, basada en un Concilio que
desnaturalizado en sí mismo, ya no determina verdades, sino que
absolutiza procesiones nuevas y las impone sin alternativas, ni
paliativos, ni excepciones.
EL
ANTROPOCENTRISMO. – Con este
concepto implícito, junto al cambio de la liturgia se impusieron los
nuevos planteos, entre el ellos el de la New
Theology, la cual
abandonaba el teocentrismo y colocaba al hombre en el centro del
pensamiento.
Hasta
Meyendorff se siente arrastrado por el ímpetu antropocéntrico de
esa década y escribe:
El
teólogo ortodoxo puede e incluso debe aceptar, a partir de este
presupuesto, el slogan de que la teología debe hacerse antropología
y dialogar, con tal que adopte -desde los comienzos- una visión
abierta del hombre. 3
Sin
embargo, sabe poner el freno a tiempo, cosa que muchos latinos no
supieron hacer, por ello continúa:
Si
la visión antropológica de los Padres es cierta, toda teología
cristiana tiene que ser necesariamente cristo-céntrica. 4
LA
ACCIÓN QUE GENERA LA DOCTRINA. – Los
cambios litúrgicos se usaron como caminos para abrir a una nueva
concepción teológica. Por primera vez en la Iglesia, la acción
generaba el logos o doctrina. Algo que Bergoglio, miembro de la
generación perdida,
hace sonriente y sin tapujos todos los días.
¿Pero
cómo se veía este proceso desde afuera? Veamos que decía el
teólogo ortodoxo Jean Meyendorff de este fenómeno:
No
necesitamos de una "teología nueva", en el sentido de que
rompa con toda tradición y continuidad, sino de una teología que,
más allá de limitaciones culturales, de provincialismos y de
mentalidad de ghetto, resuelva los problemas de hoy y no nos repita
las viejas soluciones de problemas antiguos. 5
En
otras palabras, la New Theology nacía muerta, cosa que el
tiempo irá marcando más nítidamente, pues será un atajo para la
apostasía general.
DESERCIÓN
GENERALIZADA. – Esto hizo que
muchos sacerdotes y seminaristas abandonaran su misión. Los
optimistas ingenuos pensaban que con el Vaticano II se llenarían los
seminarios; curioso, pues estaban casi llenos. Sin embargo el proceso
fue a la inversa, los seminarios se vaciaron, tal como vemos hoy a
los clérigos de la generación
perdida lamentarse por
la falta de vocaciones.
Como
he sido protagonista de esta época, puedo opinar libremente acerca
de ella: Si un soldado en el frente de batalla está convencido de lo
que hace, luchará hasta el final de su vida. Los sacerdotes son
milicianos de Cristo en el frente de batalla. La Iglesia vive en
batalla permanente contra las fuerzas ocultas del mal y los espíritus
perversos que moran junto a los hombres. Si este miliciano se
pregunta para qué está y duda de lo que hace; la desbandada del
ejército es inminente. Esto es lo que pasó casi en una tercera
parte o más de los sacerdotes, sin contar obispos. Por supuesto
¿quién entrará en un seminario dividido y en conflicto, donde no
se sabe a qué se va, y todo es endeble y efímero?
LA
ORDEN QUE DIVIDE. – Esta
cuestionada obediencia “perinde
ac cadaver” de Pablo
VI produjo la división de toda comunidad religiosa. Los que
aceptaban los cambios por un lado, los que querían más cambios por
otro lado y los que querían volver a la usanza tradicional. Esta
convivencia estalla aproximadamente en los años 70. He visto con mis
ojos, una comunidad de religiosas totalmente dividida: Unas
permanecían con los hábitos y otras, las conciliares, se vestían a
lo burgués, trabajando en el mundo como otras laicas. Por supuesto,
detrás de las religiosas estaban los sacerdotes que asesoraban. La
rotura se dio de distintos modos, según los individuos de cada
comunidad. Algunos religiosos con sacerdotes a la cabeza, se
separaron viviendo en comunidades cismáticas. El resultado fue
inevitable, las nuevas comunidades conciliares se perdían lentamente
en la apostasía del mundo. Cuando Mons. Lefevbre se alza contra el
Vaticano, no es nada anormal. Él vive lo que sucedía en cada
comunidad religiosa y abre una puerta para que una minoría que
deseaba volver a la vieja usanza.
LA
OBEDIENCIA QUE GENERA DESOBEDIENCIA. – Esta
utópica obediencia “perinde
ac cadaver” fue
acatada, pero tuvo dos desobediencias masivas y significativas: Los
que desobedecían para obtener más cambios y los que desobedecían
para volver a sus viejas costumbres. Quienes adherían a dichas
desobediencias fueron dejando la comunidad religiosa. Mons. Lefevbre
después de todo, hacía lo que hacían todos: desobedecer. Digamos
con todo a su favor, que esta obediencia generada por una falsa
concepción de autoridad, solo podía generar lo opuesto, es decir,
la desobediencia.
LA
GENERACIÓN PERDIDA. – ¿Pero
qué sucedía con quienes permanecían? Lentamente fueron acatando
los cambios planteados y cambiaron su mentalidad. Hoy es imposible
reconocer en los sacerdotes actuales, a uno de 1958. Sin embargo,
esta generación también desobedecía a su modo. Fue una
criptodesobediencia, por fuera se acataba y por dentro se
desobedecía. Ejemplo flagrante de esta desobediencia es el hecho de
comulgar con las manos. Ya lo hacía yo en 1969, si bien estaba
totalmente prohibido. Era la desobediencia que se hacía abriendo las
puertas a la New
Theology.
Todo
esto motiva que los miembros de la generación perdida sean
personas ladinas y cuyo pensamiento nunca se haga patente, pues
desconfían de todo y de todos, tal como se muestra Bergoglio.
Luego
surgió un paréntesis de espera con el papado de Juan Pablo II,
quien no venía de una comunidad dividida, sino de un cristianismo
que peleaba en la clandestinidad contra el feroz régimen del
marxismo-leninismo. Era de esperarse que algún miembro de la la
generación perdida llegara al Vaticano, y es lo que sucedió
con Bergoglio “Papa”. Bergoglio muestra todos los traumas,
bajezas y lagunas teológicas de la generación perdida de
Buenos Aires. Obsérvese lo que hace con los miembros de los
Franciscanos de la Inmaculada. Nótese como una orden próspera es
reducida a cenizas porque no acepta los cambios del Concilio, el cual
les es impuesto como si se tratara de una nuevo dogma,
constituyéndose él en jefe de una nueva inquisición. Así actúa
la generación perdida, con su concepto erróneo de
obediencia.
GENERACIÓN
PROTESTANTIZADA. – Este clero
novedoso se protestantiza lentamente, pues comienza a estudiar y a
valorar los teólogos protestantes, tal como me los presentaron a mí,
y hace realidad esta otra afirmación de Jean Meyendorff:
Es
cierto que para Tillich -al igual que para Bultmann- 6
el Jesús histórico y su enseñanza permanecen en el centro de la
fe: "La norma material de la teología sistemática hoy tiene
como preocupación fundamental el nuevo ser que acontece en Jesús,
en cuanto es el Cristo". Pero uno no acaba de ver que existan
razones objetivas que nos impelan a optar por Él. Y si el
cristianismo es definido en términos de una respuesta a los anhelos
naturales y eternos del hombre, bien pudiera hallarse esta respuesta
en cualquier otro lugar que no fuera Cristo. 7
Es lo
que Bergoglio predica a cada paso. De allí que el catolicismo latino
entra en la crisis actual, que a pesar de los ciegos, se muestra de
proporciones gigantescas.
LA
OLA ECUMÉNICA. – El
ecumenismo es otra feroz ola de esta generación
perdida, y Meyendorff
tampoco puede sustraerse a ella:
La
Iglesia ortodoxa se está comprometiendo cada vez más profundamente
en el diálogo ecuménico y en la evolución social. Se trata de un
proceso histórico del que, queramos o no queramos, es imposible
desentenderse.
Sin
embargo Meyendorff no se embarca en la línea modernista y
destructiva de la generación
perdida:
La
Iglesia ortodoxa y su teología deben definirse como tradición y
fidelidad al pasado y como respuesta al presente. 8
LA
IGLESIA QUE SE MIRA AL ESPEJO. –
Otra ola de esta época es lo que leemos en Meyendorff,
ola esta que le vimos escribir a Bergoglio:
Al
enfrentarse con el presente, la Iglesia -en mi opinión tiene que
evitar un doble peligro muy concreto: no debe considerarse a sí
misma como una "denominación" ni como una secta.
Denominación y secta son términos partidistas. El primero porque,
por definición, es relativo a algo y supone considerarse como una de
las posibles formas de cristianismo, y el segundo porque encuentra
una satisfacción en el aislamiento, la separación, la distinción y
el complejo de superioridad. 9
Es la
iglesia que gira sobre sí misma, la que para Bergoglio es una
mundanidad. La diferencia entre Bergoglio y Meyendorff, es que
mientras para el porteño Bergoglio todas las religiones se
encuentran en un mismo plano, para Meyendorff la solución está en
otro concepto:
La
teología ortodoxa debe excluir y condenar ambas actitudes,
ayudándonos a la vez a descubrir y amar a nuestra Iglesia como
Iglesia católica, es decir, universal. 10
Es lo
que dijimos en otras oportunidades: nuestra Fe es la Cultura, y como
tal, siguiendo el concepto griego de Cultura, nuestra Fe es
universal: Un solo Dios trinitario, una sola religión, una sola
Humanidad: este es el auténtico ecumenismo, el de la universalidad,
el católico.
1
Como si se tratara de un cadáver.
2
Ortodox Theology Today, St. Vladimir's Seminary Quarterly, 13 (1969)
77-94
3
Ibídem.
4
Ibídem.
5
Ibídem
6
Teólogos protestantes.
7
Ibíden a la Nota 2.
8
Ibídem.
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