Sofisma
es un argumento falso que pretende ser verdad. Es un argumento que se
parece a la verdad, pero no lo es. Es el oropel a la verdad del oro.
Así
son muchos argumentos de hoy. La revolución vaticana necesita
urgentemente predicadores que demuestren esta diabólica apariencia
de verdad. Esta revolución necesita un Dantón o un Marat que
demuestren a este clero entrado en la somnolencia de sus vidas, que
Bergoglio es el profeta inspirado por Dios para reinventar la
iglesia. Para este reinvento se ideó este papado esperpéntico.
Esta
revolución vaticana necesita un Trotsky que dialogue con la masa
clerical rebelde, para que se vuelque de lleno a la brillante
gestión de Francisco; pues la masa clerical que está achatada en
una obediencia obsecuente mañana hará lo que le dicen hoy, así sea
distinto de lo que hicieron ayer.
¿Existen
estos brillantes oradores? Por mi parte no conozco ninguno. Sí
aparecen muchos que ensayan el oficio.
Hoy la
oratoria puso todo su empeño en sacar al pobre Francisco del corral
en que él mismo se metió con Los Amores de Leticia.
Así
aparecieron algunos con amenazas; pero estos no son oradores, como no
lo son en su mayoría los clérigos. En general, hablan todos los
domingos, pero desconocen el índice de la oratoria; por ello oímos
homilía huecas, reiteradas, constatamos sin dificultad que no han
hecho un plan previo de preparación: sin exordio, sin peroración; o
lo que es peor, dan vueltas sobre lo mismo, porque no saben como
finalizar. Hay homilías, la cuales parecen que se hacen para la
tortura del asistente.
El
traje de Dantón o de Trotsky les queda grande a estos minúsculos
clérigos, en su mayoría leguleyos y faltos de espiritualidad,
muchos repiten lo que otro clérigo les dice que deben pensar; sin
mencionar aquellos sumidos en monstruosos vicios, podridos por dentro
y salvadores por fuera.
Existe
dentro del cristianismo una doctrina que es inamovible, es el dogma.
Toda consecuencia que supuestamente procede del dogma, es materia
opinable. Cuando me dicen que las encíclicas son enseñanzas ...que
si bien no están garantizadas por el carisma de la infalibilidad, no
están desprovistas de asistencia divina, y requieren una adhesión
de los fieles (n. 17); nos preguntamos, ¿qué asistencia divina
es esta, que ni siquiera garantiza la ausencia del error? Sofisma.
Parece oro, pero es oropel. ¿Quién escribió esto? El gran
reformador del papado, Joseph Ratzinger. 1
Lo
peor es imponer estos escritos opinables diciendo que es obligatoria
la adhesión de los fieles; pues en este caso lo opinable, ipso
facto se transformó en dogmático.
Este
es camino emprendido por el sofista Salvador Pié-Ninoit, para quien
no se puede disentir del libelo de Los Amores de Leticia. 2
¿Cómo
no se puede disentir, si se hace todo lo opuesto de lo que se venía
haciendo? Aquí los revolucionarios estrujan su cerebro, y requieren
de un Zenón de Elea que por paradojas o por lo que sea, nos
demuestren de una u otra forma que Aquiles nunca podrá alcanzar a la
tortuga; que nos demuestre, que el reinvento bergogliano es espíritu
santo puro.
Este
es un mal endémico en quien comete un error al razonar, o tal vez
por mala voluntad.
Por su
parte nos enteramos por Andreas Englisch, vaticanista alemán,
bergogliano, que el gran reformador del papado, Benedicto XVI y el
reinventor Francisco, ya no se hablan, luego de haber discutido. Así
lo afirmó en una conferencia de prensa el 16 de marzo pasado en
Limburg. Según Andreas esto habría sucedido hace tiempo, de allí
que el Papa Benedicto hace lo posible por desaparecer de escena,
mientras que el “papa” Francisco lo incluye a la fuerza. La
amistad que muestran sería toda una farsa for export. Es que
es difícil entablar amistad con un energúmeno.
Más
aún, English admite lo que siempre hemos sospechado, que distintas
fuerzas de la iglesia presionaron a Benedicto XVI para dimitir al
papado. Aquí los pensadores se preguntan donde está la línea
divisoria entre presionar y coaccionar. El artículo
puede leerse en italiano desde este link.
Y
mientras el Aquiles Bergoglio corre de un lado al otro de los puntos
cardinales, no puede sobrepasar la tortuga de la Iglesia en su dogma
tradicional.
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