Curzio
Nitoglia analiza un libro aparecido en septiembre de 2016, escrito
por el periodista alemán Peter Seewald (Milano, Corriere della
Sera/RCS) cuyo título es: Benedetto XVI. Ultime conversazioni.
El interés del libro lo expone don
Curzio:
Benedicto XVI responde clara y
concisamente a las preguntas del periodista. Por lo tanto, por la
lectura de este libro, es posible dibujar una imagen más clara de la
personalidad y el pensamiento filosófico/teológico del joven
teólogo Padre Joseph Ratzinger, del maduro cardenal Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe y del Papa, que no sólo
renunció al Solio en 2013, sino que inventó la figura del "Papa
emérito". 1
Su análisis es excelente y recorre el
libro; por mi parte tan solo deseo destacar algunos puntos:
1. No todo lo que reluce es oro. –
Mientras Bergoglio, gran icono de la oquedad, ve algo nervioso,
que a sus pies se abre un abismo de protestas en todo el orbe
cristiano, la figura idolatrada de Benedicto XVI comienza lentamente
a deteriorarse. Este artículo lo saco de una página donde unos años
atrás, hablaban maravillas de su figura.
2. ¿Quién es Joseph Ratzinger?
Imposible juzgarlo en este mundo; pero el hecho de haber creado un
papado emérito, ha sido la piedra del escándalo. Pues como
dice don Curzio:
...tal
figura no está contemplada ni en el derecho, ni en la teología de
la Iglesia. 2
3. Benedicto XVI, el gran reformador.
– Por este desgraciado episodio, Curzio Nitoglia saca a relucir
parte del pasado de Joseph Ratzinger. Ya en nuestras páginas, desde
la era misma de su pontificado, señalábamos, para quienes supieran
leer entre líneas, que Benedicto XVI emitía tufo a reforma, y si de
reforma se trata, estamos hablando de modernidad. Don Curzio nos da
la razón. He aquí su informe:
En
primer lugar Peter Seewald en su Introducción ilustra como el joven
Don Ratzinger, con solo 35 años, "educado en el pensamiento
progresista de los mejores teólogos de su tiempo" 3
ha sido elogiado por Juan XXIII porque "ninguno excepto este
'teenager 4
de la teología', ha sido capaz de expresar mejor las intenciones que
llevaron al Papa [Roncalli] para convocar el Concilio Vaticano II "
5
Por
lo tanto Ratzinger no sólo ya desde joven recibió muy bien el
espíritu del Concilio como "apertura con la cual la Iglesia
entra en la era moderna" 6,
sino que participó en primera fila con "sus impulsos para
imprimir en el Vaticano II" esta apertura a la modernidad.
En este punto trae don Curzio una cita
del libro:
"Yo
no quería moverse en el ámbito de una filosofía estancada de
confección y etiquetada, pero [...] sobretodo quería conocer la
filosofía moderna. En este sentido yo era moderno y crítico"
(p 81). Y añade más:" Éramos progresistas. Queríamos renovar
la teología y con ella la Iglesia, haciéndola más viva. [...]
Quería salir del tomismo clásico [...] y no podía prescindir del
diálogo con las nuevas filosofías "(p. 83 y 84).
Por tal motivo afirma don Curzio:
...él
quería y aún hoy quiere una apertura a la filosofía moderna, la
cual se basa en la primacía del sujeto sobre la realidad, para
conciliarla con la doctrina católica. 7
4. El Ratzinger contradictorio. –
Este punto de vista fue condenado categóricamente por Pío X y
parece un deseo latente de Benedicto XVI, no expresado con los mismos
términos de don Curzio; pero a tener en cuenta. Y continúa:
Ratzinger siempre ha sido una "figura
incómoda" (ibid), difícil de encuadrar, dada su propensión de
búsqueda y deseo de conciliar los extremos opuestos, incluso a costa
de escandalizar y provocar, a veces, incluso a los modernistas de
marcha acelerada, como Küng, Rahner, Boff, Metz.
Él es un modernista de marcha lenta,
pero muy agudo, que sabe ocultar las conclusiones extremas de algunas
de sus acciones y pensamientos, expresados con mucho recato.
Esto
es más peligroso que el papa Bergoglio, que expresa abiertamente su
súper-modernismo radical... 8
5. Cambiar la naturaleza del papado. –
Y de este modo don Curzio saca sus conclusiones:
Hemos llegado al final de la loca
carrera modernista ("motus in fine velocior"), que tiene
como objetivo cambiar la naturaleza del papado y de la Iglesia.
He aquí el gigantesco acierto de este
pensador. Detrás de este objetivo final, se encuentra Lucifer. De
este modo, el reformador Benedicto XVI y su colega de cargo,
Bergoglio, gran icono de la oquedad, no se encuentran solos.
Peter Seewald cierra su introducción
al libro/entrevista con estas palabras:
"El gesto histórico de su
renuncia ha cambiado radicalmente el ministerio petrino,
devolviéndole la dimensión espiritual de sus orígenes. [...].
Visto de esta manera, el último Papa de una época de decadencia ha
construido un puente para el advenimiento de lo nuevo. Una vez que
terminó su tarea ha dimitido a su cargo" (p. 17). 9
La
frase es inquietante, porque tiene gusto a milenarismo joaquinista
(según la cual a la era del Antiguo Testamento del Padre, sucedería
la neotestamentaria del Hijo y luego la tercer era del Espíritu
Santo, ya no dirigida por la jerarquía sacerdotal, sino de una élite
tradicional, espiritual y profética) porque habla:
a. de un cambio radical del
ministerio papal;
b. de un último Papa de la época
decadente, que hace de puente al nuevo Papa de la nueva era;... 10
Como
muy bien afirma don Curzio, estamos ante el joaquinismo de turno.
LA TEOLOGÍA DEL PAPADO EMÉRITO. –
Pero acontece que si el “papa
emérito” no tenía teología, con Ratzinger comienza a tenerla; he
aquí las razones expuestas por el reformador Benedicto XVI:
...la “función” papal
significa gobernar la Iglesia universal en acto o sea que
consiste en el poder de jurisdicción del Papa, desenvolviendo la
misión, el oficio o la tarea de Papa, teniendo "bajo el
control toda la situación" de la Iglesia universal (p. 35); tal
función puede ser abandonada por la dimisión, si el Papa ya no
tiene la capacidad de hacer todo esto.
En cambio, la "misión",
es decir, la vocación y la elección del Papa, es semejante al
hecho de ser padre físico, el cual es siempre padre y aún si,
psicológicamente y moralmente, ya no es capaz de hacer de padre,
permanece y es el padre físico siempre, aún en el caso de haber
abandonado las "responsabilidades concretas", o sea la
"función" de padre moral (p. 38).
¿DÓNDE ESTÁ EL ERROR? – El
razonamiento ratzingeriano sobre el papado emérito es propio de un
modernista de pura cepa.
La
misión papal se otorga a la hipóstasis, es decir a la persona, la
cual es refrendada por Jesucristo mismo, como su Vicario en esta
tierra.
De esta “misión” dada a la
hipóstasis procede la “función”.
La “función”
es la acción o procesión que lleva implícita la potencia de la
“misión”.
Cuando no se posee procesión, es porque no existe potencia que la
haga posible, esto tan solo se da con la muerte. Santo Tomás diría que se pretende dividir el acto de la potencia propia de un ser. He aquí el sofisma
de Ratzinger.
Por lo
tanto la “función”
no puede separarse de la “misión”
de la cual procede. Sería un absurdo. Es como si en la Trinidad, el
Padre separase al Hijo del Espíritu Santo, que es su procesión. En
esto consiste el absurdo ratzingeriano.
Más
aún, un papa que no puede ejercer plenamente la “función”
no puede ni debe renunciar a ella, sino delegarla por partes en otras
personas teniendo a su cargo el resultado final de la acción, que
siempre le es propia; pero jamás haciendo posible la elección de
otra hipóstasis papal; pues entonces, ¿para qué están las
oficinas vaticanas?
GRAVES CONSECUENCIAS. – De
esto se desprende, que quien dimite, comete un gravísimo error, pues
contradiciendo a Benedicto XVI, la “misión”
es hasta su muerte, y de esto se desprende que su “función”
persiste en la hipóstasis de la que procede también hasta su
muerte; y toda nueva elección, de nuestros cardenales, sumidos en el
sueño y navegando por los anchos mares de la inoperancia, es
inválida de por sí.
ORIGEN DEL ERROR. –
Sigue don Cursio exponiendo su análisis:
A
continuación, Benedicto XVI agrega que el "Papa emérito"
es una figura similar a la del "Obispo emérito", la cual
no existía antes de 1966 (p. 38). 11
¡AY VATICANO II! – No
podía ser de otra forma; si existen obispos eméritos, deben existir
papas eméritos. He aquí hacia donde nos ha llevado este disparatado
Concilio Vaticano II, el cual levantó la figura del laico, destruyó
el concepto tradicional del obispo y desdibujó al presbítero quien
navega sin rumbo fijo entre el laico y el obispo, sin hallar su
propio puerto. Todo para preparar el fin del papado y el cambio de
naturaleza en la Iglesia. La estrategia de Lucifer, no puede ser más
nítida.
A MODO DE EPÍLOGO. – Así
es cardenales, Francisco no existe. Ahora resuelvan esta encrucijada
en la que un modernista solapado, como Ratzinger puso a la Iglesia,
caso contrario, la “misión” de ustedes como
cardenales no cuadra con la “función” que deben ejercer.
1
http://chiesaepostconcilio.blogspot.com.ar/2016/10/ultime-conversazioni-di-benedetto-xvi.html
2
Ibídem.
3
Frase tomada del libro: Benedetto
XVI. Ultime conversazioni, cit., p. 11.
4
Adolescente.
5
Ibídem a nota 3.
6
Ibídem.
7
Ibídem a nota 1.
8
Ibídem a nota 1.
9
Ibídem a nota 1.
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