Extraigo
algunos párrafos del artículo de Sandro Magister, titulado:
Sí,
no, no sé, hagan ustedes. El magisterio líquido del papa Francisco
Nunca
dice todo lo que tiene en mente, sólo deja adivinarlo. Permite que
todo sea puesto en discusión. Así todo se vuelve opinable, en una
Iglesia en la que cada uno hace lo que quiere.
Quien
desee leer el artículo completo, lo encontrará en este enlace.
En el
cuerpo del artículo afirma:
Cómo
funciona el magisterio del papa Francisco lo explicó hace pocos días
un protegido suyo, el arzobispo Bruno Forte. Contó que durante el
Sínodo sobre la Familia, de la cual él era secretario especial, el
Papa les dijo:
"Si
hablamos explícitamente de comunión a los divorciados que se han
vuelto a casar, usted no sabe cuánto lío provocamos. Entonces no
hablemos en forma directa, háganlo en forma que se expliciten las
premisas, luego yo extraeré las conclusiones".
Así,
gracias a este "sabio" consejo – prosiguió Forte – las
cosas han ido "madurando" y llegó la exhortación papal
"Amoris laetitia", en la cual los reformistas han
encontrado lo que querían.
La
de Forte no es una confidencia arrebatada por la traición. La dijo
desde el palco del teatro de la ciudad de Vasto, de la que es
arzobispo, frente a una platea llena de gente. "Típico de un
jesuita", comentó después con una sonrisa.
Porque
Francisco obra justamente así. Jamás dice lo que tiene en mente,
sólo hace que uno lo adivine. Y deja correr las interpretaciones
incluso más disparatadas sobre lo que dice y escribe.
Se
puede entender que en conversaciones privadas se use también este
estilo de aproximación. Pero Jorge Mario Bergoglio lo ejercita
sistemáticamente en público, en sus actos de magisterio oficial,
aún cuando todos esperan que extraiga conclusiones y dé una
respuesta clara y definitiva.
...
No
a las puertas cerradas, no a las revoluciones. Pero la tercera vía
ideada por Francisco no es en absoluto inmovilizadora. Todo lo
contrario.
Al
poner en discusión lo que antes de él aparecía como definitivo ha
abierto un proceso que concede igualdad de ciudadanía a las
opiniones más irreconciliables, y en consecuencia también concede
más acceso a los reformistas.
Quizás
el ejemplo insuperado de esta invención suya lo dio Bergoglio el
pasado mes de febrero, cuando fue a visitar a la Iglesia luterana en
Roma (ver foto).
Una
protestante casada con un católico le preguntó si podía también
ella recibir la comunión, junto con su esposo. Él le respondió
vertiginosamente con un sí, un no y no sé, lo cual dejó entrever,
al final, cuál conclusión extraer, si no ésta: "Es un
problema al que cada uno debe responder".
El
cardenal Kasper ha comprendido muy bien cómo están las cosas ahora:
"Hay libertad para todos. En Alemania se puede permitir lo que
en África está prohibido".
Con
el papa Bergoglio avanza un nuevo modelo de Iglesia, líquida,
multicultural.
A esta
altura de la crisis en la Iglesia Católica, todos los que poseen una
visión abierta, han comprendido lo que sucede, lo que se pretende;
pero sobretodo, el método bergogliano está al desnudo, ya no es un
secreto para nadie.
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