Calesita

sábado, 2 de noviembre de 2024

Visión meliflua de un Sagrado Corazón, narrado por el “encuentro” con el sodomita Bergoglio


 

Pues esos falsos apóstoles, obreros engañosos, se transfiguran en apóstoles de Cristo; y no es maravilla, pues el mismo Satanás se transfigura (μετασχηματιζεται) en ángel de luz. (2Cor. 11,13-14)

La historia se repite. Hoy, y no es maravilla. Un jesuita hereje se transfigura en papa y con sotana blanca, pretende dar lecciones. Ahora lo hace desde su escrito al Sagrado Corazón.

La mímesis

El término mímesis nace en la Grecia clásica, indicando que ciertas sacerdotisas adoptaban actitudes que no respondían a su personalidad, actuando en forma extraña. Para unos podría tratarse de una estupenda actuación teatral, para un santo, tal vez en algún tipo de posesión luciferina.

Es lo que percibimos al leer Dilexit nos. Bergoglio es maestro destacado en la mímesis religiosa. Jesuita por un lado, actuó al unísono en retiro “espiritual” con los pentecostales, se hizo judío y por último masón.

La mímesis bergogliana fue aún más lejos. Tomó lecciones del comunismo paraguayo. Se hizo nacionalista católico, ingresó al peronismo de la mano de Guardia de Hierro y abrazó cuanto comunista se cruzó en su paso.

Por esto en el punto 6, nos preguntamos si este jesuita disfrazado de papa, no habla de sí mismo:

Esta verdad de cada persona tantas veces está oculta debajo de mucha hojarasca que la disimula, y esto hace que se vuelva difícil sentir que uno se conoce a sí mismo y más aún que conoce a otra persona: «Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo?» (Jr 17,9).

Mostrando la hilacha”

Después de leer los 220 artículos con sus correspondientes 227 notas, el jesuita hereje “muestra la hilacha”.

Confieso que durante su lectura tuve que hacer un esfuerzo titánico para no quedarme dormido. El porteño, es reiterativo hasta el cansancio. De modo que estamos a punto de decir, que nada nuevo existe en este somnífero escrito, excepto su visión incompetente y por momentos mal intencionada.

Escribe en 34:

Dice el Evangelio que Jesús «vino a los suyos» (Jn 1,11). Los suyos somos nosotros, ...

No se puede creer tamaña imbecilidad. Juan habla de los judíos, que eran “los suyos”, no los actuales católicos. Lógicamente, no quiere enemistarse con el judaísmo, ergo corrige a San Juan, pues a él, siempre lo alumbra el Espíritu…

Y luego afirma:

No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: «Ya no los llamo servidores» (Jn 15,15).

El no nos llamará siervos, pero parece que algunos apóstoles se consideraban así:

Santiago, esclavo (δουλος) de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. (Sant. 1,1)

Por lo tanto, la eliminación del concepto de esclavo no es absoluta sino relativa. Una cosa es como Jesucristo nos ve y otra como nos vemos.

En 73, escribe:

Sabemos que la palabra aramea que él usaba para dirigirse al Padre era “Abba”, que significa “papito”. En su época algunos se molestaban por esa familiaridad (cf. Jn 5,18).

En hebreo o arameo antiguo no existía el diminutivo ni el aumentativo. Por otro lado, Juan escribe algo totalmente distinto:

Por esto los judíos buscaban con más ahínco matarle, pues no sólo quebrantaba el sábado, sino que decía a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios.

Como vemos no era una familiaridad, sino una noción abstracta de su divinidad, algo que su mente rechaza por ser un arriano encubierto.

Para su retorcida mente, la fe solo tiene sentido en lo concreto, no en lo abstracto. Es lo que se percibe sin tapujos al leer “Dilexit nos”. El amor humano, parece salir airoso del amor divino. Más aún. Nos parece estar leyendo un texto pagano, donde lo divino es una categoría que está presente en los seres. En unos más, en otros menos, siendo Dios el que la posee plenamente. Por supuesto, no pida mandamientos ni obligaciones, en esta iglesia no importan. Por ello afirma al hablar de la dignidad:

...para vivir conforme a esa dignidad no nos basta conocer el Evangelio ni cumplir mecánicamente lo que nos manda. (30)

Tampoco busque esta expresión, porque no existe en su mente:

Si me amáis (αγαπατε), guardaréis mis mandamientos. (Jn. 14,15)

Tomarlo con ajenjo

Afirmé que todo el escrito es pesado y reiterativo, pero al leerlo se debe tomar previamente algo bien amargo. Es por lo empalagoso del texto. Siete veces nos habla de la “dulzura”. Y así hallamos empleado el término “ternura” unas 20 veces; “afecto”, 22 veces; “caricias”, 4 veces; “cariño”, 4 veces; “enamorado”, 10 veces; “amistad”, 13 veces. Todo un estilo altamente melifluo. Esto lleva a pensar, si este anciano necesitó algo de cariño en su infancia. Todo esto sin perjuicio del término “amor”, empleado unas 289 veces.

¿Pero de qué amor se trata? This is the question.

En griego clásico, amar se desdobla en varios términos, donde cada uno tiene su propio matiz. El término que indicaba el amor que se originaba en la “Necesidad” natural (αναγκη), era el Eros. Algo necesario para el orden natural, del cual se producía la generación (γενεα). Ellos veían al mundo como “cosmos”, es decir como un orden establecido. De este orden establecido, nacía la justicia (δικη).

Entre la relación de los hombres o los conceptos, se daba el amigo, el filos (φιλος). De allí los sufijos y prefijos castellanos: filosofía, como amante de la sabiduría o bibliófilo. Pero existía un amor que iba más allá de todos, era el ágape (αγαπαω). Ante estas concepciones, el latín empleó el verbo diligere para la intimidad familiar, y el amare para el resto. Pero esto no respondía al concepto griego de ágape, de allí que apareció la “cáritas” como amor de entrega. En un Cuento Profético del antiguo Egipto, donde aparece el faraón Snofru, fundador de la dinastía IV, se habla de un pordiosero, que dice al pedir limosna: “Ámame”. Es el amor de entrega.

Para “Dilexit nos” el “amor”, no tiene diferencias ni matices, todo se da en forma empalagosa y somnífera. Por tal motivo, les recuerdo a los sodomitas vaticanos, que el amor homosexual no es ni ágape, ni filos, ni eros. Porque el eros implica cosmos, y el cosmos un orden establecido. Los sodomitas navegan contra todo orden establecido.

Teología sodomita del “encuentro”

Para los sodomitas salidos del armario, el “encuentro” es algo fundamental, sin el cual, se les hace imposible la vida. De allí que se insiste en dicho término unas 23 veces. Así vemos:

En la Biblia y en los primeros siglos de la Iglesia aparecía bajo la figura del costado herido del Señor, sea como fuente de la gracia, sea como un llamado a un encuentro íntimo de amor. (78)

Nótese que dicho “encuentro íntimo de amor” puede tener dos significados, el religioso, y el sodomita, sobretodo si lo unimos con el final del punto 213:

¡Qué hermoso encuentro!

De las pocas veces que hace mención a la Madre del Salvador, jamás la llama “Virgen”. Tal como corresponde a un hereje encubierto y opuesto a San Cirilo de Alejandría.

El escrito posee un sinnúmero de citas, 227 para ser preciso. Paso por alto como verdades, todas aquellas que responden a los santos ya cualificados por el tiempo. Por lo tanto, no me interesan ni Diego Fares (S.I), ni Romano Guardini, ni Karl Rahner, ni Byung-Chul Han, ni Heidegger, ni el Documento de Aparecida, ni el Vaticano II, ni Olegario González de Cardedal, ni sus propios dichos o escritos anteriores.

Tampoco me interesan las galletas de su abuela, o la forma como hacían las empanadas en su casa.

Por último, seguramente se me aplicarán algunas de las subjetividades bergoglianas que aparecen en el punto 219. Porque no reemplazo “el amor de Cristo” con mis “estructuras caducas”, con mis “obsesiones de otros tiempos”, con mi “adoración de la propia mentalidad”, y en fin, con mis “fanatismos de todo tipo”. Todo esto puede ser, pero no será nunca con un nauseabundo amor sodomita fuera de todo orden concebido.