Severo de Antioquía (456?-538?) debió desarrollar su actividad en un siglo, donde se buscaba la definición teológica correcta sobre las dos naturalezas de Jesucristo, asumidas por una sola hipóstasis.
Severo cometió el error de mezclar las dos naturalezas de Jesucristo en una sola. Fue partidario del “miafisismo”, tal como se lo ve en el icono, con el dedo señala que Jesucristo posee una sola naturaleza, mezcla de lo divino y humano. Por tal motivo sus escritos fueron perseguidos, debiendo al fin de su vida, regresar y refugiarse a Egipto donde murió olvidado.
Podemos decir que estamos ante un hereje, por incapacidad, tal vez voluntaria, de poder definir exactamente la única hipóstasis con las naturalezas de Jesucristo.
Mientras tanto, hoy tenemos lo insólito, un hereje sentado en la silla de San Pedro, que busca desmerecer la figura de la Siempre Virgen, afirmando que es una “simple discípula”. En cambio el hereje Severo, la ensalza hacia la contemplación más sublime, y lo hace con este sermón, traducido del copto por Par E. Porcher y publicado en la Revue de L'Orient Chretien, 20º volume. 1915-1917, páginas 416-423, que dejamos a continuación.
Introducción crítica del traductor
El Volumen 131 de la colección copta de la Biblioteca Nacional contiene siete piezas que llevan el nombre de Severo de Antioquía. Después de la primera homilía catedralicia, publicada en la Revue de L'Orient Chretien, t XIX, 191 1, nº 1, p. 69, y nº 2, p. 135, la pieza más completa es la que damos aquí. Es incompleta, pero por el hecho mismo del escriba, que se detuvo en medio de una palabra sin unir su última línea. El discurso ocupa las dos páginas de la hoja 67. Es un texto ajustado sin columnas, con 49 líneas en el anverso, 18 en el reverso y unas 50 letras por línea. La ortografía es defectuosa: a menudo encontramos ϥ en vez de ⲯ y en vez de ϥ ; la vocal auxiliar representada en los textos antiguos por una línea sobre la consonante está escrita con . Algunos pasajes parecen incomprensibles cuando no se modifica el texto; sin embargo, lo hemos reproducido tal cual, esperando que otros puedan encontrar el verdadero significado.
Traducción
«Discurso del santo patriarca y obispo de Antioquía, Abba Severo, pronunciado sobre quien siempre Virgen es la Santa Madre de Dios, María, en el día de su santa conmemoración. En la paz de Dios. Amén.
Exordio
Es oportuno y es justo que hablemos en honor de todos los santos, que les demos gloria, que los celebremos con himnos, salmos e himnos espirituales 1, porque fueron los fieles ministros de la voluntad de Dios y que han cooperado con él en la economía de nuestra salvación.
Y ante todo los profetas tienen derecho a nuestra alabanza, porque fueron los primeros en significarnos el gran misterio de la religión a través de sus propias virtudes; luego los apóstoles, que nos lo predicaron; y también a los mártires, debemos honrarlos con los profetas por haber confirmado y apoyado la predicación de los apóstoles: es por esta misma razón que han recibido tal nombre como legado de la Verdad misma que es Cristo; según la costumbre, de hecho, el nombre que damos a los hombres que pueden estar dispuestos a sintetizar en su testimonio las torturas que conocemos, es el de Mártires.
El testimonio de los Mártires es el derramamiento de su propia sangre, después del derramamiento de la primera santa sangre inocente, derramada por todos nosotros, la del Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo, que dio testimonio de sí mismo a todos. Ciertamente, no necesitaba otro testimonio, el que testificó bajo Poncio Pilato; hizo la verdadera confesión, según la palabra del Apóstol 2, y esto es lo que se necesita sobre todo.
¿Cómo es posible que el que es la Verdad misma necesite otro testimonio más confiable de fe? Sin embargo, aceptó el asentimiento y declaración de sus propios servidores, y también a ellos les otorgó el gran honor de ser llamados Mártires.
La Santísima Virgen, virgen siempre y en todo, la que dio a luz a Dios en toda verdad, María, alabémosla y glorifiquémosla: porque es Profeta, es Apóstol y es Mártir.
María como profetisa
Ella es profeta, según la palabra de Isaías, que habló de ella: se acercó a la profetisa; ella concibió, ella engendró un hijo y, agrega, el Señor me dijo: le pondrás este nombre: llévalo hasta la cima, tómalo pronto; porque antes de que el niño sepa llamar a su padre y a su madre, tomará el poder de Damasco y el botín de Samaria en presencia del rey de los asirios 3.
¿Quién es aquel que se llama santo en las Sagradas Escrituras? La profetisa, que engendró un hijo a quien se le ha dado tal nombre.
Quita y apresúrate, que inmediatamente después de su nacimiento, antes de conocer a su padre y a su madre, ¿quitó las guerras y abolió las obras del diablo?
¿Quién es ella, sino la santa Madre de Dios, María, que engendró a Dios y dio a luz al Emmanuel, quien, desde su nacimiento según la carne, abolió la tiranía del diablo quitando el poder de Damasco con el botín de Samaría.
Estos de alguna manera representan el culto a los ídolos; porque Damasco se interpreta en general como la ciudad de la sangre, y también Samaria; porque allí se hicieron becerros de oro, al que le dieron el nombre que solo le conviene a Dios.
El culto establecido allí, consta de dos cosas: la fabricación de estatuas y las libaciones hechas dando el nombre de Dios a las obras de las manos, postrándose ante ellas y ofreciéndoles sacrificios con sangre.
Ahora bien, a este error de los ídolos, él le quitó el botín en el momento en que nació Emmanuel; atrajo hacia él a los Magos, todavía envuelto en los pañales de la infancia.
Después de ir a Egipto como lo profetizó el profeta Isaías 4, él actuó delante del rey de los asirios: él quitó la armadura en la que confiaba y esparció sus despojos como está escrito. – Este es el diablo a quien el profeta llama rey de los asirios; y no solo éste, sino que en muchos lugares otros profetas lo llaman por este nombre.
– Este es el niño que nos dio a luz la profetisa, quien, aún pequeño y justo en el momento de su nacimiento, nos despojó de la tiranía del demonio.
Y no te extrañes, pues así habla el profeta Isaías 5; porque el niño es un Dios muy poderoso, el ángel del gran concilio: es él quien nos mostró la gloria de su Padre, él nos hizo contemplarla en él. Él es el Verbo vivo y la imagen de su permanencia; además, el niño es un consejero admirable; es junto con su Padre el hacedor de todas las cosas, visibles e invisibles.
Él escuchó de su Padre, en tanto es consejero – porque es igual a Él en la gloria de la Divinidad en una unidad indivisible – "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza 6".
E igualmente: "El Hijo tiene toda autoridad 7"; él es el poder del Padre invisible. Cristo es un poder de Dios: escuchó de su Padre, según lo que se le dio:
“Tu trono, oh Dios, es desde topda la eternidad; el cetro de tu realeza es un cetro de justicia 8.»
Es también el Príncipe de la Paz, ya que es él quien reconcilia lo que está en el cielo con lo que está en la tierra, habiendo hecho la paz con su propia sangre en su santa cruz, como dijo el sagrado apóstol 9.
– El niño sigue siendo el padre de los siglos venideros: Él es el verbo 10 de la vida, que nos hace germinar la semilla de la resurrección con las esperanzas de los siglos que no tienen fin, es decir, el reino de los cielos que nos predicó todos los días.
Por eso, antes de dar a luz a este niño que es el Señor de todos los profetas juntos, la Santísima Virgen profetiza de ella misma después del saludo de Isabel, diciendo: “He aquí, todas las naciones me honrarán; porque grandes cosas ha hecho en mí, el que tiene poder y cuyo nombre es santo; cuya misericordia va de generación en generación sobre los que le temen” 11.
María como Apóstol
Debemos también con toda justicia que llamemos a la Santísima Virgen: Apóstol, y sobre todo que la coloquemos a la cabeza de todos los apóstoles.
Porque, primero, fue elegida con los apóstoles, como está escrito en los Hechos. “Estaban reunidos, perseverando en la oración con María, madre de Jesús” 12; y luego recibió la orden por el cual los discípulos fueron hechos apóstoles, es decir, la palabra que oyeron del Señor:
«Id, enseñad a todas las naciones 13. »
Entonces, cuáles son los lugares, cuáles son los pueblos que la Santísima Virgen no enseñó, llevándolos al conocimiento de Dios a través de su milagrosa maternidad, de esta manera llena de misterio, como una trompeta que proclama en todas partes con acentos que resuenan sin cesar por la predicación del santo evangelio:
«El Verbo se hizo carne, vivió entre nosotros y vimos su gloria, como la gloria de un hijo único de su Padre, lleno de gracia y de verdad» 14.
De hecho, Ella es la raíz y el fundamento de los Evangelios.
María como Mártir
Nadie dudará tampoco en llamarla Mártir. Al principio ella quedó bajo la sospecha de José, él pensó, cuando estaba embarazada, que había cometido adulterio, hasta que se le apareció el ángel y le enseñó el misterio de la generación.
Luego huyó a Egipto a causa del furor de Herodes; después de su huida, se alejó de su propia ciudad a Nazaret por miedo de Arquelao; además, en todos los días de su vida, los judíos asesinos mantuvieron consejo y deliberaron para condenarla a muerte.»
Conclusiones
Con este exabrupto se interrumpe sorpresivamente el texto de la homilía.
En estas breves líneas está esbozada la teología mariana, en sus inicios. Occidente fue desarrollando estas concepciones, de María Apóstol a Reina de los Apóstoles; de María profetisa, a Reina de los Profetas; de María Martir a la famosa devoción a los Siete Dolores de María que concluye con María Corredentora.
¡Qué lejos ha dejado, Severo de Antioquía, la torpe visión del dialéctico Bergoglio, aquella de su María como una vulgar discípula! Visión de este porteño hereje, que ni siquiera se basa en lo elemental de la figura mariana, al estilo de sus amigos iconoclastas, ya sean pentecostales, ya judíos, ya musulmanes.
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1 Col., III, 16.
2 I Tim., VI, 12.
3 Is., VIII, 4: «Porque antes que el niño sepa decir “padre mío, madre mía,” las riquezas de Damasco y el botín de Samaría serán llevados ante el rey de Asiría.»
4 Oseas, X4, I. En realidad es el profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. »
5 Is, IX, 6: «Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz.»
6 Gen., I, 26
7 Marc, II, 10
8 Ps. XLIV, 7; Heb.,i, 8.
9 Col., I, 20.
10 Según el texto ⲗⲏⲅⲟⲥ podemos ver la palabra griega λόγος, verbo, c0mo más arriba; o por iotacismo λύγος, vara, alusión a la vara de Aarón o a la vara de la raíz, de Jessé, aunque la palabra griega correspondiente a estos dos casos ράβδος. El orador como San Basilio, podía ver λόγον en Isaías IX,8, como variante de θάνατον, en hebreo דבר con diferentes vocales.
11 Luc., I. 48-50.
12 Act., I, 14.
13 Mat., xxviii, 19.
14 Juan, i, 14.
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