Los hijos internacionales de
Moloch, el dios al que los cananeos sacrificaban los recién nacidos,
o como afirma las Escrituras, al que hacían pasar sus hijos por
el fuego (Cfr Deuteronomio 18,10), sufrieron una derrota, la cual
fue posible con la oración y con la ayuda de Nuestra Señora.
Estos son los que venían
a liberarnos de las supersticiones atávicas.
Ahora cayeron en ella, y quieren que los hijos no deseados se inmolen
al dios Moloch, o como lo llaman ellos, al aborto.
La herencia que da el
Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre: Son saetas en
manos de un guerrero los hijos de la juventud. Bienvanturado el
hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando
litigue con su adversario en la plaza. (Ps. 127)
La herencia del Señor
son los hijos, herencia que los seguidores de Moloch ordenan
pasar por el fuego.
Como dice el Salmo, los que amaron la vida no
fueron derrotados en la plaza; pero la guerra continúa.
Macri, un traidor más,
se reveló en su carrera política como un dialoguista, tal como lo
ordena hacer Bergoglio. Pero existen diálogos que matan, porque
sobre verdades sensatas y fundamentales, no debe existir diálogo de
ningún tipo, como el que autorizó para legalizar el aborto. Después
de este suceso, la vida política argentina ya es otra.
Aquí hay vencedores y
hay vencidos, y los vencidos son las potencias ateas que operan
en las sombras y que han invertido gran capital en hacer de la
Argentina la proa sudamericana, del utópico mundo que ellos
imaginan. La Argentina luego de este episodio, ya no será la misma,
puesto que el centro de gravedad de la política no será la economía
ni la ideología, sino la misma vida.
Una vez más se ha
demostrado, que desde la oración, otra Argentina es posible.
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